Dos acontecimientos hodiernos de diferente trascendencia pero similar entidad contribuyen al intento de aclarar un tanto el confuso panorama que, para mal de todos sus habitantes, envuelve la actualidad española.

En fechas recientes vio la luz en Barcelona --la capital indiscutible durante el último siglo junto con Buenos Aires del libro hispanoamericano-- El alma de las naciones, obra de uno de los gurúes más indiscutibles y respetados del pensamiento europeo de nuestro tiempo: A. Minc, ingeniero de Minas, alumno distinguido de la Escuela Nacional de Administración --la célebre y bien reputada ENA--, empresario con fuertes lazos con grandes organizaciones industriales radicadas hasta la fecha en la ciudad condal, inconmovible «patrón» de Le Monde y, a mayor abundamiento, personalidad muy próxima al flamante presidente de la V República francesa, sobre el que ha influido de manera decisiva en trances de gran envergadura sociopolítica¸ y, si todo ello fuera poco, figura de gran ascendiente en los destinos presentes del diario madrileño El País...

Como varios de los «enarcas» de su generación y, sobre todo, de la precedente, el autor de Una nueva edad media gusta de una cadencia bienal o, a lo sumo, trienal, para dar a la imprenta el fruto de las reflexiones de su ágil minerva acerca de algunos de los puntos o extremos que imantan el interés cultural o político de sus coetáneos occidentales. Un grupo heterogéneo, pero nutrido de intelectuales à la page, altos funcionarios, responsables públicos de elevado gálibo y miembros destacados de las esferas mediáticas en conexión estrecha con las vicisitudes culturales sigue con sumo interés y no menor fidelidad lo dado por su incesable pluma --¿mejor, y más exacto también, ordenador...?-- a las prensas en forma habitual de resonantes artículos o, como quedó dicho, más espaciadamente en libros de seguro y prolongado impacto en la opinión pública más cualificada del «Hexágono» y, por inmediata repercusión, europea y, en la mayoría de las ocasiones, occidental.

En senda tan estelar acaba, conforme se recordaba ha un instante, de publicar en España la obra El alma de las naciones que arremete per diametrum al corazón de una de las formulaciones o tesis central de la intelligentzia española y núcleo del ideario progresista de los principales Estados del globo a lo largo de casi toda la centuria pasada y de los años transcurridos de la actual. La psicología de los pueblos, el carácter específico e intransferible de las naciones que gozó y goza (aunque ya muy reducido) del asentimiento y aplauso de los sectores tradicionalistas y buena parte de los conservadores de nuestro tiempo son defendidos a ultranza por este gran Buda y maître à penser en el libro antedicho.

Su lectura es, por supuesto, fruitiva y de recomendación obvia a la vista de los datos acabados de estampar de este judío parisino de orígenes polacos. Su juicio es rotundo: no solo existe una psicología de cada gran pueblo europeo, sino incluso un ADN que, como en los humanos, rige su biografía y trayectoria, en un impecable e implacable código genético bien visible en los tractos más importantes de su itinerario histórico... La polémica, desde luego, está servida y se acentúa en grado muy elevado en su pintura o descripción de la andadura temporal de los seis o siete pueblos y Estados que fraguaron la historia del Viejo Continente y, con él, la marcha y destino de gran número de los restantes del planeta.

* Catedrático