Al fondo se asoma la cúpula de la maqsura de la Mezquita, junto al Mihrab, uno de los techos más bonitos del mundo, donde se sentaba el califa; y las de la Catedral, donde rezan los cristianos. Por el Puente de Miraflores miramos hacia esa ciudad de tanta historia que hace unos momentos, en la Real Academia, ha presentado el libro Córdoba romana. La ciudad y sus legados históricos, y nos encontramos de frente con la modernidad del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, junto a la soledad de la calle José Luis Villegas, ese espacio por donde Córdoba soñó tanto que ahora rebusca a ver si encuentra un motivo con el que reclamar para que nadie la tache, como sentenció antes de su muerte Pablo García Baena, de aletargada. Córdoba se venía por entonces por aquí a construir maquetas de palacios de congresos bellos, pero, sobre todo, caros hasta que llegó la crisis y estalló hasta el proyecto del Museo de Bellas Artes, frente a la Calahorra, por el Colegio Rey Heredia y el restaurante Miguelito. Ahora, la Asociación de Vecinos Puente Romano, de la misma sangre luchadora de aquellos cordobeses del arrabal de Saqunda que se enfrentaron a Alhakén I hace 1.200 años, han expuesto en su foro cultural Puente de Encuentro la reivindicación cordobesa de la construcción de ese nuevo Museo que lleva programado desde el siglo pasado. La otra noche, cuando la sede de la Asociación de Vecinos Puente Romano terminó de escuchar la exposición de José María Palencia, actual director del Bellas Artes de la plaza del Potro, sobre la situación de su futuro frente a la Calahorra alguien subrayó Torreparedones, una historia oculta que ha salido a la luz por la zona de Baena gracias al empeño de la ciudadanía. Córdoba es una ciudad a la que la historia acudió desde su comienzo. Y construyó el pensamiento y la belleza. Pero desde que la democracia votó izquierda --menos ocho años-- la ciudad tiene una biblioteca parada, no tiene palacio de congresos, una ronda inacabada, un 2016 que hiere y un futuro Museo de Bellas Artes que nada importa a la oficialidad de Madrid, la que manda en España. Un comportamiento incomprensible con una ciudad de la historia.