Con algunas cosas más, eso es lo que somos. A veces el músculo se ve o se exhibe y el cerebro --las ideas, la cultura-- se oculta o se derrama a los demás, que no siempre reciben y aprovechan.

Todo el mundo tiene músculos; con ellos subimos y bajamos y vamos y venimos; con modestia y con ropa cubriéndolos, salvo en vacaciones en la playa. Algunos caen en la tentación de presumir a la hora de subir una maleta a la redecilla en el tren o de llevar a hombros el féretro a la puerta del templo.

Pero nadie presume tanto y tan lamentablemente como el futbolista Ronaldo, de su recto femoral, cuando marca un gol en tiro de falta, cosa que antes hacía con alguna frecuencia. Se señala el músculo con un gesto ostentoso, al tiempo que lanza un grito que es insignificante, injustificado y oscuro; nada que ver con el muy rotundo y convocador, el inolvidable, del de Tarzán en sus mejores películas.

En la otra orilla, en la del cerebro, no recuerdo un solo caso en el que un sabio, un filósofo, un poeta hayan dedicado un grito a la multitud tras un gran acierto, entre otros motivos porque no la tienen; y en todo caso un ¡eureka! íntimo ante un descubrimiento.

Sería desacertado desligar músculos y cerebro pues aquellos sin éste no serían nada. A veces sirve un cerebro pequeño y especializado. Un deportista puede parecer muy inteligente dirigiendo el juego de su equipo en un gran estadio, pero fuera de él puede ser incapaz de hacer un simple crucigrama; no le fuerzan ni su actividad ni su entorno.

Naturalmente hay brillantes excepciones, en el futbol por ejemplo: el célebre delantero Pérez Payá del Atlético de Madrid fue médico; el internacional Gárate, del mismo equipo, ingeniero; mi compañero de estudios José Cabrera Bazán, jugador del Betis y del Sevilla, se licenció en Derecho y llegó a obtener y desempeñar brillantemente una cátedra de Derecho Laboral. Todos ellos y algunos más supieron sacar provecho de sus condiciones y su tiempo más allá de los entrenamientos, viajes y partidos. En Córdoba hay casos, como el de Nandi, titular en su día del primer equipo de la ciudad y hoy abogado en ejercicio; o el de Juanito, defensa central ayer, y hoy procurador de los tribunales.

En cuanto a la valoración por la sociedad de uno --el cerebro-- y los otros --los músculos-- nos engañaríamos si afirmamos rotundamente que los más prefieren la diversión a la cultura puesto que se inclinarían en una disyuntiva conferencia culta / partido televisado, por éste, si es de un primer equipo o de la selección nacional.

Las apariencias engañan, como son engañados muchos seres de buena voluntad por la publicidad, que en el caso del deporte espectáculo es excesiva y engañosa, y en el de la cultura o el arte, siempre escasa, cuando no mínima o inexistente. Permítanme que por lo negativo ponga un ejemplo personal: me consta que algunos de mis habituales no asistieron a mi charla sobre Gloria Fuertes por seguir un amistoso de la selección española de futbol. En términos absolutos probablemente mi charla, y la lectura coral de poemas de Gloria, fueron más valiosas que el partido, pero el ticket del acto cultural no incluía cerveza y tapa, brasero y zapatillas.

Hay que tener fuerte voluntad muchos días para poner en marcha nuestros músculos, para arrancarnos del sillón preferido y llevarnos a disfrutar, cerebro en uso, de una ponencia o de un concierto, en vivo y en directo, porque en falso y en indirecto, de todo hay en la pantalla come talentos.

Esa es la dialéctica diaria: lo cómodo o inútil o claramente perjudicial de una parte o lo incómodo y útil, el esfuerzo, de otra.

No hay que hacer mucho para aprovechar la última tontería o bravata de Puigdemont. Su desprecio hacia Europa pone a huevo el referéndum pactado que propone mi amigo Carmelo Casaño: una única pregunta. ¿Es partidario usted de que Cataluña se separe de España y de Europa?

Naturalmente una cuestión tan importante --hoy para toda vida y para todos nuestros descendientes-- no se puede resolver por un solo voto. Véase el ejemplo de Canadá. Habría que exigir una mayoría cualificada, de dos tercios por ejemplo.

Con estas condiciones, carretera y manta; vamos ya al referéndum pactado y decisivo. Con el seguro no mayoritario se mantendrían Cataluña callada y España íntegra otro medio siglo por lo menos.

* Escritor y abogado