Pedro Antonio Sánchez tenía interés en contratar a la trama Púnica para mejorar su reputación y ser elegido así candidato del Partido Popular a la presidencia de Murcia. De hecho, en las grabaciones que hemos conocido esta semana, los cabecillas dicen claramente «hemos cerrado» el trabajo, para Sánchez y su compañera de partido Pilar Barreiro, y lo celebran con un «Madre mía. ¡Murcia, a tope!».

Y otra cosa, no. Pero el PP ha apoyado al presidente regional con el entusiasmo también a tope. Lo que ocurre es que ahora ese respaldo se está enfriando y veremos a ver. En los últimos días, se atisban algunas dudas en el discurso de los dirigentes nacionales, empujados por un lado por la presión de Ciudadanos y por otra parte, preocupados ante la posibilidad de que Sánchez termine acumulando dos imputaciones, en el caso Auditorio y en el caso Púnica. En ese momento, sería muy complicado articular el discurso de que la justicia actúa movida únicamente por operaciones políticas de la oposición.

El presidente de Murcia faltó a su palabra, porque dijo que dimitiría si le imputaban. A partir de ahí, verle aferrado al sillón, dispuesto a poner incluso en riesgo el gobierno de la región, es realmente sorprendente. O no, si tenemos en cuenta que parecía estar por la labor de gastar dinero público, de la Consejería de Educación de Murcia, para que en las redes se hablara bien de él. El objetivo era, al parecer, poder esgrimir ese amor artificialmente construido para convencer a la dirección nacional de que era el mejor cartel electoral. Nunca he entendido a los políticos que quieren montarse una buena reputación virtual, como si con eso pudieran eliminar sus desastres en la vida real o, en el mejor de los casos, su insipidez pública.

Entornos gregarios

¿A quién le puede interesar que hablen bien de él si no es fruto de una admiración espontánea? A quien está acostumbrado a los entornos gregarios. ¿Para qué sirve presumir de buena prensa, si en tu fuero interno eres perfectamente consciente de que los que te elogian lo hacen por dinero o por un interés que nada tiene que ver con la sinceridad? Seguro que puede resultar muy interesante contratar a un especialista para dar a conocer aspectos puntuales de tu gestión o para intentar que se destaquen unas cosas sobre otras.

Creo, de hecho, que las empresas que se dedican a crear opinión tienen un mérito enorme, aunque yo recele de los afectos diseñados. Pero sí me parece evidente que esas campañas las deben pagar los que las contratan, los que tienen su ego y un interés puramente personal, no los ciudadanos. Cualquier político que utilice o baraje utilizar dinero público para convertir las redes sociales en su propio proceso de beatificación, debe tener la reputación que se merece.

* Periodista