¿Dónde estás, mujer? Me hablan de ti en las estadísticas, en los certámenes, en el lenguaje no sexista, en las películas, en los mensajes publicitarios y, sobre todo, en las campañas políticas. En cuanto una o uno se sube a un estrado, ya te está nombrando. ¡Hasta te dedican un día al año para ti sola! Pero yo no te veo en ninguno de esos sitios. Donde sí te veo siempre es asesinada o en las colas del supermercado, en las cocinas, en el dormitorio de los niños, en las bolsas de la compra, en la no equiparación de sueldos. Porque no es cosa de dejar abandonados a tus hijos, sin comer y sin vestirse; no es cosa de llegar a la casa y ver corriendo las pelusas de polvo, como si se rieran de ti y quisiesen jugar a que las persigas; no es cosa de ver la cocina llena de platos hasta arriba, oliendo a aceite frito, y la nevera, a fruta podrida, y la ropa en el tendedero y amontonada junto a la plancha. Y como no hay nadie porque tú eres nadie, cargas con la carga, hasta con la que ni tú misma eres consciente, porque alguien, incluso hasta dentro de ti misma, planificó que desde que naciste no seas consciente de cómo se te debe ir anulando. ¿Violencia de género? No, tú no sufres violencia de género. Tu pareja no te pega, ni siquiera te da voces; solo te hace el vacío; te humilla obligándote a creer que siempre estás deprimida, que tendrías que estar feliz, que no lo apoyas suficientemente, que por qué no vas al psiquiatra. Y tú, tras la culpabilidad que te inculcaron desde niña hasta por tener la regla, te dices que es verdad, que pobrecito él, que no sirves, que siempre deprimida, que deberías ser como esa amiga que se lleva tan bien con tu marido, y sonríe siempre, y no engorda ni tiene necesidad de llorar, de dar y recibir una caricia. Y como así te sientes nadie, nadie te ve en el secreto de la cocina, en el secreto de un dormitorio al fondo de la noche y otra noche, en el silencio de la casa, cuando todos se van y ninguno se despide, cuando todos mastican y ninguno te pregunta cómo ha podido llegar la comida a la mesa, cuando todos se preparan para irse de fiesta y ninguno repara en qué vas a hacer tú o si te apetece seguir como un adorno, un florero, un comodín. ¡Con los sueños y la vida que invertiste en un hombre hasta hacerte invisible para todos!

* Escritor