En todas y cada una de las naciones, ciudades, pueblos y barrios, las estructuras sociales funcionan y se mantienen fundamentalmente gracias a las mujeres y a su sentido común, que en este caso está ligado al bien de la comunidad y a las necesidades de todos sus miembros. La implicación de las mujeres en las tareas que mantienen cualquier sociedad, en cualquier parte del mundo, es una evidencia, desde acarrear agua, posibilitar alimentación e higiene, garantizando así la supervivencia en el tercer mundo, hasta la organización y atención básica para el funcionamiento y el mantenimiento en las sociedades más desarrolladas. Este mundo funciona (en lo que funciona), en gran parte debido a la participación de las mujeres. No se entiende entonces que este trabajo no esté cuantificado (PIB), y ni siquiera valorado.

Que las mujeres están en la base de la sociedad es indiscutible, pero también se trata de contar necesariamente con su presencia, planificando, organizando y dirigiendo en cualquier ámbito político, social y económico.

La función social de las mujeres las hace especialmente sensibles y conocedoras de las necesidades de la ciudadanía. En cualquier barrio conocen palmo a palmo el terreno, desde las zonas mejorables urbanísticamente, las barreras aquitectónicas, las deficiencias sanitarias y educativas hasta la situación social y económica, que pueda derivar en exclusión, que atraviesan algunos de sus vecinos y vecinas.

Cualquier sociedad democrática debe valorar muy especialmente la importancia de contar con las mujeres y con su participación, formando parte de todas las estructuras, pero esto no se entiende en la mayoría de las ocasiones. Como ejemplo, en este sentido, ahora, el 8 de Marzo, nos felicitábamos ante el anuncio por parte del Ayuntamiento de la apertura e inauguración de la Casa de la Igualdad, reivindicada por las asociaciones de mujeres durante mucho tiempo (ya era hora), pero una vez más nuestro gozo en un pozo.

El concepto de casa lleva implícito un objetivo participativo y un espacio para ser ocupado por la ciudadanía, en este caso por las mujeres, espacio en el que la gestión, la programación y las actividades, es decir, el protagonismo debe ser suyo.

No se entiende que el Ayuntamiento inaugure una Casa de la Igualdad sin las asociaciones de mujeres de Córdoba, no es propio en una democracia, esto es más bien, "todo para el pueblo, pero sin el pueblo", despotismo ni siquiera ilustrado, al que ni nos acostumbramos ni debemos acostumbrarnos.

Blanca Toscano

Vocal Area Ciudad Humana de la Federaciónde AA. Vecinales Al-Zahara

Córdoba