En los pródromos de la acusada crisis socioeconómica vaticinada por todos los expertos para el inminente curso 2020-21 -como empecatado docente, el viejo cronista tiende a medir el tiempo en términos escolares-, el articulista, a modo de defensa para evitar el temido cortocircuito psicológico y abdicar de su optimismo histórico de raíz cristiana peraltada por su simpatía por la Ilustración, repara en el ejemplo de algunas personas que obliga a mantener la esperanza en un porvenir mejor.

Una de ellas es la encargada de una céntrica cafetería madrileña casi aledaña a un centro universitario por él frecuentado en sus estadías madrileñas. Delgada y ágil, ni joven ni vieja, ni obsecuente ni distante, siempre con una cansina sonrisa en los labios, maneja como el mejor general el ejército de empleados -la mayor parte, de nacionalidad hispanoamericana- a fin de asegurar un impecable servicio a la concurrida clientela de alumnos universitarios y de gentes, por lo común, adscriptas sociológicamente a las clases medias, que atiborran al mediodía el muy amplio salón del establecimiento. Constituye un grato y aleccionador espectáculo contemplarla a corta y a larga distancia organizar con toda diligencia y tino una tarea llena de dificultades, pese a su aparente sencillez o, incluso, simpleza. Al observarla en sus labores, no puede por menor de concluirse, al modo dorsiano, que no existe felicidad comparable a la satisfacción del deber y la entrega a los demás de manera indeficiente y gozosa.

Es harto probable que la dirigencia de la empresa en cuestión, al igual que todas las de su especificidad y rango, ande estas semanas agosteñas incursa en mil problemas atañentes a su rentabilidad y continuidad en un panorama, ciertamente, desolador, por no utilizar el vocablo aún más acongojante pero quizás aquí más exacto de devastador. Harán bien sus cuadros en manejar toda suerte de cálculos y estadísticas, mas, en último término y sin voluntarismo alguno, mientras que dicha mujer continúe en sus funciones, el peligro de ruina se alejará y aumentará la ilusión, y acaso también la confianza, en el advenimiento de coyunturas más propicias.

Y así acontecerá, a buen seguro, en otros negocios y actividades destinados a desaparecer, según la opinión general, en breve plazo. Mujeres como la protagonista de estas líneas volanderas son acreedoras a la firme esperanza de un futuro en que sus admirables capacidades vencerán finalmente al derrotismo y la frustración.