Es humano lamentar la muerte de un joven corredor de motos en Jerez. Pero más humano y debido aún es ir a la raíz de esa muerte y evitar la de muchos más motoristas que, encandilados por esos corredores, se matan o matan a otras personas en accidentes provocados por un exceso de velocidad. Una sociedad más protectora de la vida de todos prohibiría esas exhibiciones, como las de las carreras de automóviles, que constituyen una trágica propaganda que sirve para engrosar con miles de mutilaciones y muertes las arcas de unos pocos fabricantes y corredores profesionales.