La muerte de Miguel Blesa conmocionó ayer a la sociedad española, con un enorme impacto en Córdoba, pues ha sido en una finca de nuestra provincia, situada junto a Villanueva del Rey, donde se ha producido el deceso. El banquero, expresidente de Caja Madrid y símbolo junto a Rodrigo Rato de los excesos y malas prácticas de la banca española durante la borrachera del ladrillo, murió de un disparo en el pecho en la finca de caza Puerto del Toro. La policía investigaba ayer si se trató de un accidente o de un suicidio, si bien los testimonios iniciales de las personas que estuvieron con él minutos antes de su muerte apuntan al suicidio. Ayer se desataron numerosas especulaciones, por lo que lo más razonable será esperar a que la autopsia, que se hará hoy, esclarezca los hechos.

Blesa, de 69 años, fue condenado en febrero pasado por la Audiencia Nacional a seis años de cárcel por el uso de las llamadas posteriormente tarjetas black de Caja Madrid. Al igual que Rodrigo Rato, Blesa recurrió esta sentencia ante el Tribunal Supremo, y esperaba en libertad la resolución judicial. Pero también tenía otros frentes abiertos: una investigación judicial relacionada con su gestión al frente de Caja Madrid y los supuestos sobresueldos que recibió su cúpula directiva y otra por su aparición en los denominados papeles de Panamá. La acumulación de estas causas, su condición de amigo íntimo de Jose María Aznar y, sobre todo, el papel que tuvo Caja Madrid primero y Bankia después en la crisis económica hicieron de Blesa el rostro del despropósito del sector de las cajas.

Para hacerse una idea cabal de lo que supuso la gestión de Blesa en Caja Madrid hasta que fue sustituido por Rodrigo Rato en el 2010, cabe tan solo decir que su heredera, Bankia, recibió del Estado 22.424 millones de euros para ser rescatada. El Banco de España da por perdidos 60.613 millones de euros de las ayudas que inyectó en la banca, una cifra sangrante en la época dura de la crisis y cuando se recuerdan casos infaustos como el de las preferentes. Blesa, de hecho, tenía una causa abierta por este producto financiero, y para la posteridad dejó frases como «cada uno de ellos (los afectados por las preferentes) eran responsables de lo que firmaban, de lo que leían o no leían, porque en el folleto y en el trípitico estaba toda la información».

La muerte de Blesa es trágica, pero no debe servir para borrar lo que el fondo y la forma de aquella gestión supusieron, reproducida también en otros ámbitos. Las investigaciones abiertas relevaron una connivencia con el poder público que supuso el desastre económico para miles de ciudadanos, un agujero que debió cubrirse con dinero público y el enriquecimiento ilícito e inmoral de un puñado de financieros de élite. Conviene no olvidarlo.