Hay momentos en que la memoria empieza a morirse, como está ocurriendo en este comienzo de 2018 en el que se han ido de forma definitiva López Cansinos, Pepe el del Caballo Rojo y Pablo García Baena y ha dejado de existir toda la realidad de la vida que llevaba contando desde que cumplimos 25 años la revista Interviú. Quizá la sabiduría empiece a morirse porque ya solo hay tiempo para las redes sociales, ese nuevo y parece que definitivo invento en el que invertimos todo el tiempo de nuestro día en darle a las teclas de me gusta, comentar o compartir, escribir un comentario o exhibir sin reparo nuestras «capacidades». Rafael López Cansinos era fácil de apreciar porque su voz tenía tal contundencia histórica que la incorporamos a nuestra biografía desde aquellos días en que la primera juventud nos ponía en contacto con el Parte de Radio Nacional de España en el que hablaba como corresponsal desde Córdoba. Lo mismo ocurría con la creatividad culinaria del Caballo Rojo: todo el mundo que podía venía desde los confines del mundo, como lo hizo Boris Yeltsin desde Rusia, o Franco o el Rey Juan Carlos desde Madrid, a comer los platos de un restaurante que se adelantó a lo que en el siglo XXI haría la gastronomía con los pucheros del XIX. Dos artistas --con la voz y los fogones--, Rafael y Pepe, cuyo quehacer ha sido saboreado por oyentes y comensales. Pablo García Baena --al que ví por última vez en diciembre saliendo de Bodegas Campos de la presentación de los portales de belén de Córdoba--, sin embargo, creo que no ha tenido la suerte de López Cansinos y de Pepe el del Caballo Rojo en cuanto a que el pueblo haya apreciado, por haberlo saboreado, su arte. Se oye la voz de la modulación artística y se saborea la historia convertida en carta de restaurante. Pero ¿quién lee?, ¿quién deletrea poesía?, ¿quién dedica tiempo a sentir el goce de la palabra sujeta a la medida y cadencia del verso? Una cosa es la noticia y sus alrededores --la muerte de Pablo García Baena, su capilla ardiente, las fotos y las declaraciones-- y otra leer su escritura, como oír la voz de López Cansinos o saborear el cordero a la miel de la cocina mozárabe de Pepe el del Caballo Rojo.

Es lo que le ha pasado al papel, cuya memoria empieza a morirse. Menos El Jueves, la revista que sale los miércoles, el único medio informativo que queda de aquel tiempo de la Transición en el que Por favor en 1974 y Sábado Gráfico, hasta el 83, nos prepararon para la llegada, en 1976, de Interviú, una revista cuya pronunciación pasó de esdrújula a llana para morir en aguda. Interviú, que anuncia su muerte, es la escenificación del tiempo que viene, un mundo sin papel en el que ya no leeremos el periódico sino elucubraciones de narcisos en la red, autores también de las fotografías. Un tiempo sin memoria que no sabe leer lo que escriben los poetas.