La realidad es más sencilla e inocente de lo que algunos pretenden para lograr subvertir los resultados electorales. Cuando no se tiene ni razón ni fuerza suficiente para convencer, lo más fácil es alterar el orden y crear corrientes de opinión de claro signo nacionalista, patriótico y exaltado cual si el fin del mundo se acercará. Familia, patria y bandera se sacuden como viejos fantasmas del subconsciente colectivo. Pero si no hay estímulos, el proyecto fracaso. Es necesario crearlos y distorsionar la realidad. Yuval Noah Harari en su Homo Deus define perfectamente esta capacidad terrorista y apela a la insuficiente fuerza de una mosca incapaz de destruir una cacharrería, pero si el insecto se introduce en la oreja de un toro, éste enloquece por el zumbido y el miedo y la ira lo convierten en un animal violento que destroza la cacharrería, la ciudad, la patria, la nación, las naciones, lo que sea, todo para alcanzar el poder.

Esa mosca se ha introducido en redes sociales con falsos perfiles, alentando venganzas y odios, arrojando basura y mentiras, desacreditando a personas e instituciones. La mosca creada en laboratorios políticos, débil y negra, se oculta tras anonimatos y se erige en la verdad suprema emitiendo zumbidos de odio. Es sobradamente consciente de su papel instigador, da certificados de buenas y malas personas, enarbola banderas del pueblo y usa a necios representantes sin escrúpulos pensando en su corto porvenir.

Xavier Guix explica, con gran acierto, en su libro ¿Por qué Dios creó las moscas? Necesitamos entender el desconcierto y buscar respuestas al caos de la naturaleza y las incertidumbres del ser humano pero también a los ataques modernos a las democracias. Ya conocemos las falsas noticias, las mentiras programadas, las agresiones en el ciberespacio y, afortunadamente, se están levantando voces y criterios legislativos de abordar seriamente esta nueva realidad de moscas introducidas en la oreja de la Democracia. Atentos.

* Historiador