Me ocurrió la otra la siesta. Ustedes pensarán que con estos calores me había metamorfoseado en un insecto, como le ocurrió al Gregorio Samsa de Kafka. No sé. Me hallaba yo tan hecho a mi sofá, cuando aparece una mosca en el bochorno del cuarto. ¡Vaya! ¡Con lo bien que estaba yo bajo mi somnolencia, tan cómodo, tan seguro, tan dormido, tratando de evitar otro regüeldo de nacionalismo catalán! La mosca volaba, venía a la luz de la ventana, subía y bajaba por el cristal, volaba de nuevo por la habitación, volvía a la ventana... Harto, le dije: «¿Por qué te empeñas en salir? Ahí fuera solo existen los peligros de la vida. Aquí dentro tienes seguridad; te puedes divertir fastidiándome la siesta... Y no te digo si te quedas en el cubo de la basura. Ricos desperdicios putrefactos. Cáscaras de fruta. Vísceras de pescado. Verduras corrompidas. El calor les aumenta sus sabores. ¡Tantas suculentas podredumbres! Te puedes arrastrar por el suelo. Seguro que encuentras mucha porquería reseca. ¿Y el retrete? Ese sí que es tu cielo de placer. Te puedes aventurar por sus cañerías. ¡Unnn!... ¿Te imaginas? ¿No se te hace agua la trompa?». Pero la mosca seguía buscando una salida en el cristal. Les juro que la oí suplicarme: «Por favor, déjame salir. Quiero mi libertad. Ya sé que fuera no estoy segura. Pero como de todas maneras voy a morir, quiero morir libre. Es por mi dignidad de mosca. No estoy hecha para vivir esclava ni morir sometida». Y seguía recorriendo el cristal. Sí; yo les juro que lo que me ocurrió con esa mosca no fue ese sueño salobre de la siesta tras un salmorejo. Porque en cuanto abrí una rendija de la ventana, la mosca, a pesar del calor, de la soledad, de la incertidumbre en el infinito de la calle, se perdió hacia el cielo. Un momento antes me pareció escuchar una vocecilla que zumbaba: «Gracias. Ahí te quedas con tu sofá, tu comodidad, tu siesta y tu seguridad. Felices vacaciones y feliz regreso de las vacaciones». Creo que esta vez fue la mosca de mi conciencia. Me sentí perdido. ¿Cómo podía una mosca ganarme en libertad? Desde ahora, cuando vea una, la dejaré ir. A los mosquitos, no. Porque ellos van a por mi sangre, y estoy muy harto de tanto mosquito como me encuentro cada día. (Les juro que ahora mismo tengo uno buscándome una vena. El muy...).

* Escritor