Andalucía ya tiene, con Juan Manuel Moreno Bonilla, su primer presidente no socialista, que llega bajo el lema del cambio y la regeneración, y que ayer, en su toma de posesión, reivindicó el «enorme poder» de Andalucía, aseguró que nuestra comunidad autónoma no será «sumisa y silenciosa» y anunció que se batirá el cobre en contra del independentismo excluyente que atenta contra la igualdad y unidad de los españoles. Un discurso sencillo y directo, en el que apeló al andalucismo y españolidad sin contradicciones que predomina en nuestra tierra y que puso en marcha, ante las miradas del actual presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y el anterior, Mariano Rajoy --que hace cinco años apoyó sus aspiraciones a presidir el PP-A y a ser candidato autonómico-- una etapa que inevitablemente tendrá repercusión en la vida política española, a cuatro meses de las elecciones municipales, europeas y de las autonomías que se rigen por el artículo 143 de la Constitución.

Más allá de sus buenas intenciones, Juanma Moreno y su socio de gobierno de Ciudadanos, el que será vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, tienen un escenario difícil que afrontar. En primera instancia, el de su propia coordinación y consenso, y en segunda, pero no por ello menos condicionante, la necesidad del PP de conseguir los votos de Vox --en este extraño tripartito a dos bandas-- para alcanzar las mayorías que les permitan aprobar los Presupuestos y gran parte de las reformas que quedan pendientes. El nuevo gobierno empezará encargando una auditoría de la Junta de Andalucía. Nada que discutir al respecto, es lógico, pero los tiempos impondrán un ritmo muy duro en la toma de decisiones, en la labor de gestión, que debe empezar pronto. El lunes se conocerán los nuevos consejeros --ya circulan nombres en una rumorología que parece certera-- y luego deberá comenzar una cascada de relevos en las propias consejerías y empresas públicas y en las provincias en las que vale más la puntería que la prisa. Sería muy positivo que consiguieran fichar a políticos o profesionales de calado antes que salir al paso con nombramientos «de ocasión» o sin garantías en un momento de especial responsabilidad. Y nos gustaría que no se repitiera lo que viene sucediendo desde hace largos años: el escaso peso de Córdoba en los gobiernos andaluces y, sobre todo, en la toma de decisiones.

El acto de toma de posesión tuvo como nota especialmente positiva la presencia de dos expresidentes, José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves, que, junto con Susana Díaz, certificaron la normalidad del relevo. Ahora, el reto está en el progreso de Andalucía, en cumplir ese objetivo de «cambio tranquilo», pero que sea constructivo y eficaz.