La Iglesia de América Latina está de celebración: finalmente, tras años de bloqueo en Doctrina de la Fe, Óscar Romero va a ser proclamado santo 38 años después de su asesinato; este defensor de los más débiles y humildes será canonizado en una ceremonia que el Papa Francisco ha fijado la fecha del 16 de octubre 2018, en Roma. La pregunta sobre la santidad de monseñor Romero provoca posturas diferentes, a favor o en contra, más en El Salvador que fuera del país. ¿En qué se basan quienes niegan la santidad de Romero? El gran argumento para afirmar que no era santo es que se metió en política e hizo política. Afirman que Romero hizo política en todas sus predicaciones dominicales. Que toda la homilía era una predicación política en favor de la izquierda. ¿Qué podemos decir de estas afirmaciones? Lo que tienen que demostrar es que monseñor Romero hizo política partidista. ¿Qué hacía monseñor Romero? Nunca llevó a cabo actividades partidistas, quede esto bien claro. Mas hay que decir muy alto cómo se preparaba monseñor para cada homilía dominical: con informaciones directas y veraces. Visto lo anterior, la acusación contra las prédicas dominicales de Romero se convierte inmediatamente, cuando se estudia bien el caso, en un argumento más en favor de su santidad. Esta acusación contra Romero es una prueba de su santidad porque para llegar mejor a los oyentes, el presbítero debe exponer la Palabra de Dios, no de forma general y abstracta, sino aplicándola a las circunstancias concretas de la época y que la sociedad presenta. ¿Qué otra cosa era la información que daba monseñor sobre el país en la segunda parte de su homilía? Denunciaba los atropellos y violencias que sufría el pueblo por parte del ejército y de la policía. Esa preocupación por los más sufrientes acabó costándole la vida un 24 de marzo de 1980. Un francotirador le disparó en el corazón cuando celebraba misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador. Fue ejemplar y coherente su postura hasta la muerte.

Quisiera terminar este artículo aclarando que la santidad de Romero no se parece a los santos y santas de grandes mortificaciones, sino a la vida apostólica de Jesús en su vida terrena. Él decide recorrer pueblos y anunciarles el Reino de Dios. Esa misma es la trayectoria de monseñor Romero, que, como dice el Papa Francisco sobre la santidad (‘Gaudete et Exultate’), acoge a la gente pobre, busca al campesino perseguido y a su familia, acude al pueblo donde han matado gente, llora con los que sufren, sufre con quienes lloran, conductas importantes, porque marcan el evangelio de Jesús y el cristianismo del presente y del futuro. El arzobispo salvadoreño es «un mártir de la Iglesia del Concilio Vaticano II». El martirio de Romero es una especie de «protomártir para los mártires contemporáneos». Creo que se ha hecho justicia, con un pastor que, en un momento muy crucial de la historia salvadoreña, entregó la vida por ese pueblo.

* Licenciado en Ciencias Religiosas