En los últimos años de Franco la gente suspiraba por vivir como en Francia. Aun anhelando la democracia, los españoles consintieron planes «bien atados» porque con ello, el dictador parecía apostar por más libertades, ya que no designaba como sucesor a algo si como un hermano ---como su amigo Fidel Castro-sino que proponía como jefe del estado a un Rey instruido en Suiza. Muerto el Caudillo, sus sucesores, Suárez y Juan Carlos I, proponían la Ley de Reforma Política donde establecían un régimen de división de poderes y legalizaban al partido comunista (algo no atado). Con estos mimbres que en verdad apostaban por la democracia, la gente renunció a la revolución, consintiendo una monarquía parlamentaria con un Jefe del Estado que, aun reinando en un país democrático no era elegido y tenía cargo vitalicio y hereditario; una institución política de la Edad Media donde la nobleza solo tenía derechos y el pueblo solo obligaciones, se colaba en una sociedad moderna, ajena a castillos, caballos alados, caballeros y princesas rodeadas de servidumbre, en clarísima contraposición al artículo 14 de una Constitución, que paradójicamente se empequeñecía erigiendo a esa monarquía como forma territorial y política del Estado.

Toda esta paradoja fue asumida por el pueblo por tal de que la nueva etapa histórica y libre saliera adelante sin lentitud ni sangre. ¿Qué quiero decir? Pues que ya no estamos en aquel tiempo donde ni la clase noble ni los reyes podían ser cuestionados por sus vasallos porque estos eran de su propiedad lo mismo que un perro no puede juzgar a su amo. Hoy y aquí, el pertenecer a la familia real tiene que estar decorado de una excelsa pulcritud ética. Y los reyes y su gente, moralmente tienen que ser extremadamente cuidadosos; no podemos tener «a cuerpo de rey» a la vulgaridad.

Antaño, en la sociedad feudal, los defectos y excesos de los privilegiados tenían que ser omitidos por el populacho. Hoy ocurre lo contrario, que la vigencia de una monarquía perteneciente a tiempos pretéritos pero que sigue otorgando unas cuantiosas comodidades materiales, debe ser continuamente auto legitimada por las virtudes personales y públicas de sus miembros. Lo que no es de recibo (e incluso misterioso por ir en contra de sus intereses) es que últimamente la familia real protagonice escándalos de bajeza moral o mala educación, empeñándose por tanto en demostrar a todo el mundo que la monarquía es prescindible porque no tiene nada de especial; así, cualquier día, desaparecerá la monarquía.

* Abogado