Resulta que después de quince años de echar dinero en el Consorcio de Turismo y todo lo que se ha generado a su alrededor, con iniciativas tan notables como El alma de Córdoba y el despliegue de una estructura de información turística relevante, no tenemos modelo turístico.

Resulta que un año después de que se anunciase la revisión del modelo turístico de la ciudad de la mano de la Universidad de Córdoba se plantea que se va a crear un foro con los agentes del sector, a los que se les ha estado menospreciando de manera continua y cruel durante meses.

Resulta que seis meses más tarde de que se hiciese este mismo anuncio se repite, otra vez, como un tazón de pesado arroz con leche.

Todo esto resulta desde la misma tribuna que se ha estado auto-concediéndose medallas mes tras mes porque teníamos un puñado más de turistas, sin valorar con la más mínima capacidad de crítica que los niveles que se barajan en Córdoba son tan ínfimos que crecimientos reales mucho más espectaculares no servirían ni para situarse algo menos lejos en datos y realidades que las ciudades de nuestro entorno con las que nos tenemos que comparar, Sevilla y, fundamentalmente, Granada.

Todo esto resulta cuando se han mezclado churras con merinas, vinculando el escaso y pobre debate que se ha producido con temas como el de la situación laboral en el sector, tan buena, mala o regular como cualquier otro, que de todo hay, o los veladores, que ya me dirán lo que tiene que ver en el modelo turístico, más allá del intento de embarullar una situación con la pretensión de no mostrar las carencias, o las vergüenzas, llámenle como quieran.

Todo esto resulta desde el punto de vista y hora que el turismo se ha utilizado como medio para apuntarse al éxito cuando no se ha hecho nada para lograrlo, sin considerar que el valor no ha estado en el modelo, sino en la oferta, en la que obvia y afortunadamente no se tiene nada que ver.

Todo esto es así porque no hay modelo turístico. Ni lo habrá. Porque lo que aquí se ha vuelto a plantear, sin que conste rubor alguno, es el modelo de nunca empezar.

Porque para empezar hay que saber de lo que se está hablando, y conocimiento, que digamos, no se ha mostrado mucho, y, lo que es peor, mucho peor, tampoco se ha evidenciado el más mínimo interés en adquirirlo. Al menos hasta ahora.

Si quien ha vociferado lo bien que iba la cosa se hubiese preocupado de saber de lo que hablaba, hubiese entendido que no es para tanto y que no hay modelo. Hace mucho tiempo que se hubiese dado cuenta.

Sevilla tiene un 155,26 por ciento más de plazas hoteleras que Córdoba y Granada, que es la verdadera referencia de nuestro entorno en donde mirarnos, nos supera en el 188,72 por ciento.

Para poner número claros, si un día se diese una ocupación del 50 por ciento en las tres ciudades, en Córdoba se alojarían unos 5.000 turistas. En Sevilla serían 3.000 personas más hasta superar los 8.000 y en Granada nos duplicarían, es decir, sobrepasarían las 10.000 personas pernoctando en sus hoteles.

Puede entenderse que cuando Fides puso sobre la mesa la necesidad de ampliar la planta hotelera y se desataron los vientos desde la misma tribuna que ahora viene repitiendo que no tiene modelo de gestión turística se dio una clamorosa ocasión perdida de quedarse callado.

Se criticó una medida por parte de quien reconoce que carece de modelo. ¿En función de qué si no se tiene criterio?

Muy fácil, desde el modelo de nunca empezar, porque desde esa manera de enfrentar las cosas se puede hoy presentar en Fitur una cosa inventada ayer por un grupo afín a unos planteamientos y después pagar un folleto a otros colegas para intentar que sirvan de punto de apoyo a la defensa a esa ausencia de proyecto que es, en definitiva, lo que subyace en todo estas galimatías en las que nos ha metido quien desde el modelo de nunca empezar se han instalado en el modelo de la nada.

Porque en eso, en la nada, es en lo que se está acostumbrado a navegar. Porque en la nada se vive mejor, libre de controles y compromisos y se puede repartir aquí y acullá sin ataduras, adquirir conciencias domesticadas y criterios volubles, sin tener que responder a compromisos y realidades. Sin tener que dar explicaciones.

Tener un modelo, el que sea, es sustancialmente lo contrario, adquirir compromisos y responder de su cumplimiento y no todo el mundo está dispuesto a ello. Lo demás es el modelo de nunca empezar.

* Presidente de Fides