Nunca antes habíamos estado en campaña electoral mientras procesionaban nuestras cofradías. Y el resultado está claro: no hay campaña electoral. El común del personal anda bajo el capirote poniendo luz a sus devociones, de vuelta al pueblo donde quedaron las raíces, o de merecido viaje buscando el descanso y el oxígeno que tanto necesitamos. El hartazgo de una política frentista afortunadamente queda relegado ante la convivencia y las tradiciones.

En estos días, en que hasta Facebook y Whatsapps han amagado con darse un respiro, tan cansados estamos de gentes tan sabelotodo, de tantas cifras y tendencias que justifican el pasado pero que no sirven para el futuro, de tantos intelectuales de bajura, de tanto analista y tertuliano de salón, que hemos decidido colocarnos una semana, al menos, en off de la política, y hemos acudido al refugio seguro de las cosas sencillas y los valores de siempre. Estamos donde la razón no llega, donde la lógica queda desplazada por el sentimiento. La noticia está en lo que somos y en lo que sentimos, en la expresión barroca de nuestra fé, en los sonidos de nuestra infancia, en la mixtura del azahar y el incienso, en la devoción a nuestras Vírgenes engalanadas, en el andar costalero de nuestros pasos de misterio, en los quejíos al aire de una saeta. En la salvación de una convivencia a la que no queremos renunciar, en la que nos encontramos todos, a pié de acera.

Estamos más en las torrijas, en los hornazos y en los itinerarios cofrades, que en las promesas de mentirijilla con las que nos intentan embaucar y seducir unos y otros. Todos van a hacer lo que antes nunca hicieron. Hemos aprendido, en estos 40 años, que hay que poner las obras por delante de las palabras. En Nazaret de Galilea hubo un hombre que sabía mucho de eso, y todavía lo recordamos cada año, especialmente cuando lo colocamos entre tanto ladrón en ese imaginario monte Calvario en el que hemos convertido tantos escenarios de nuestra vida.

Estamos en la primavera, en hacer la vida razonable a los demás, en el respeto y la tolerancia, en la escucha de los otros, en la ternura, en sacar lo mejor que podamos de quienes nos rodean y de nosotros mismos, en darnos una oportunidad. ¿Te apuntas? Queremos darle carpetazo al resentimiento histórico, al revanchismo sectario, al chantajismo independentista, a la codicia desmedida, a creernos con la exclusividad de la razón. La actualidad del mundo llega, estos días, enmarcada para cientos de millones de personas por otra esperanza que trasciende de formato y de horizontes, por otros ejemplos verdaderos y honestos de vida auténtica y de felicidad. Por otro programa, el de las bienaventuranzas, que no habla de fiscalidad sino de justicia, que no habla de políticas sociales sino de tratar a los demás como quieras ser tratado. Le preguntaron recientemente al Papa Francisco, que le diría a los 69% de españoles que se definen católicos, como acaba de señalar el CIS en su barómetro. La respuesta fue clara y contundente: «que lean el evangelio y sean coherentes». Estamos, en la ‘Jerusalem’ de nuestra infancia y encuentros, en la ‘Jerusalem’ de nuestros vía crucis personales y colectivos, en la ‘Jerusalem’ de nuestra esperanza por una tierra prometida y una vida plena de verdad.

* Abogado y mediador