Nápoles, esa joya de luz, rosa y nácar tan presente en la literatura y el cine, ocupa uno de los espacios más privilegiados del viejo Mare Nostrum, lo que justifica su rol, de verdad trascendente, en la historia; también, que cuente con uno de los museos arqueológicos más completos, impactantes y enriquecedores del mundo, y un patrimonio sin parangón. Su condición de encrucijada de culturas y crisol histórico explica también el carácter tan particular de sus gentes -quintaesencia de lo mediterráneo- y la idiosincrasia de la ciudad: hermosa como pocas, pasional, excesiva, generosa, acelerada, singular, viva, violenta. Representa de alguna manera la otra cara de Roma: mientras ésta se ofrece al mundo con su mejor traje de cortesana, reprimida, imprevisible y algo arisca, Nápoles lo hace sin filtros y en forma de vida desbordada. No hay más que recordar aquella frase que Alberto Moravia ponía en boca de uno de sus personajes: come, bebe y haz el amor, porque mañana puedes estar muerto. ¿Se puede pedir una síntesis más acertada del carpe diem, incluso del existencialismo? Los contrastes y las contradicciones en ella sean tan acusados que hasta cuesta entenderlos. Por fortuna en este sentido, el turista solo atisba una parte muy pequeña de su compleja personalidad, entre otras razones porque suele poner buen cuidado en no abandonar el centro histórico, entendida como osadía máxima una visita más o menos relajada a la Spacca Napoli. Ya en él Nápoles deja entrever algunos de sus múltiples perfiles; pero donde realmente se ponen de manifiesto es en los barrios: allí el desempleo, la desesperanza, la falta de recursos y la exclusión social toman carta de naturaleza y machacan a sus habitantes, en especial a los jóvenes.

Este año, el Premio Sísifo a la investigación, conservación y/o difusión del patrimonio arqueológico, que conceden los Amigos de la Arqueología Cordobesa en el marco de Arqueología somos todos, ha recaído en la población portuguesa de Mértola, con una Mención Especial a la Semana Romana de Cascante (Navarra); ambos, proyectos colectivos que demuestran hasta qué punto la arqueología y el patrimonio se pueden convertir en factor poderoso de revitalización cultural y económica. Pero el jurado, siempre por unanimidad, ha querido además conceder el Premio Sísifo de Honor, que tan acertadamente patrocina la Universidad de Córdoba, a la Cooperativa Social La Paranza, de Nápoles, merecedora ya del Premio Francovich en 2017; un proyecto impactante por lo que representa de iniciativa de verdad excepcional, modelo de gestión y acción social en el sentido más amplio de la palabra. Nápoles está repleta de restos arqueológicos que no siempre reciben el mejor trato ni tampoco forman parte de su tejido patrimonial, por una simple cuestión de incapacidad económica y administrativa, o de voluntad política. Así las cosas, don Antonio Loffredo, sacerdote en ejercicio de su ministerio en el sector urbano de Rione Sanità, conocido entre otras muchas cosas por su peligrosidad, harto de la falta de perspectivas de su rebaño, consiguió aglutinar en 2006 a varios chicos y chicas en una cooperativa con el objetivo de redescubrir, recuperar, poner en valor, y abrir al público el patrimonio histórico-artístico y arqueológico del barrio. Empezaron con las Catacumbas de San Gaudioso, localizadas bajo la iglesia de Santa María della Sanità (de la que es párroco titular don Antonio), y seguirían luego con las de San Genaro y ambas basílicas, bajo el slogan «cambiar la ciudad para no cambiar de ciudad», y con un espíritu de trabajo basado en el entusiasmo, la profesionalidad y los valores humanos y cristianos. Desde 2014 constituyen la Fondazione di Comunità San Gennaro Onlus, refrendada por una larga relación de mecenas e instituciones; cuentan con dos conventos restaurados -Casa del Monacone y Casa Tolentino- para uso hotelero destinado al turismo cultural; dan trabajo a cuarenta jóvenes, que se han formado en nuevos oficios con el apoyo y el asesoramiento de otros profesionales; han recibido cerca de 200.000 visitantes; facturado millones de euros, y adecuado para su exposición más de una hectárea de yacimiento arqueológico (limpieza y accesibilidad, iluminación, recuperación de pinturas, apertura de nuevos espacios, eliminación de barreras arquitectónicas, etc.). Acogen también múltiples propuestas culturales, algunas de ellas rompedoras, y desarrollan una amplia gama de actividades formativas y empresariales con las que están consiguiendo reducir el desempleo en la zona al tiempo que fortalecen sus señas de identidad (www.catacombedinapoli.it). Juntos trabajan para promover la cultura de la solidaridad, favorecer la cohesión social, y propiciar el cambio desde abajo; en un testimonio maravilloso de que los milagros aún existen.

* Catedrático de Arqueología de la UCO