El asalto violento a un centro que acoge a menores migrantes en El Masnou (Barcelona) enciende las alarmas. Ante la gravedad de la situación, es importante no perder de vista dos premisas que, aunque obvias, es muy sencillo arrinconar cuando los ánimos se caldean. Ni la mayoría de los robos o las agresiones sexuales son cometidas por migrantes, ni la mayoría de estos menores cometen delitos. En estos jóvenes tutelados que buscan un futuro confluye una multiplicidad de errores y problemas sociales que se acentúa porque carecen de apoyo familiar y pueden verse tentados por la delincuencia o la droga. El asalto al centro de acogida de El Masnou se alentó tras un intento de agresión sexual por parte de un menor tutelado que fue atajado por los propios acompañantes del joven. Su actitud es denunciable, no debe minimizarse, pero no es admisible que se utilice para criminalizar a todo el colectivo. La demanda de recursos para facilitar la integración de estos chicos cobra ahora una dramática urgencia. El asalto en El Masnou se saldó con cuatro heridos. No es el primer acto de repulsa a centros de menores. No se puede bajar la guardia ante la xenofobia con un doble rasero perverso, que por un lado, minimiza la violencia machista y, por el otro, magnifica los casos en los que el agresor es un inmigrante. De este modo se criminaliza al colectivo más vulnerable y se alienta el odio hacia ellos. Gasolina para la convivencia.