Magdalena Jurado Frutos se marchó el 26 de febrero, discretamente, como siempre, sin molestar, cumpliendo esa norma de que para todo lo que vive, la muerte es una ley. Magdalena, poco amante de los reconocimientos, no tuviste más remedio que recoger en 2010 tu nombramiento como Patrimonio Humano de la Ciudad de Córdoba, en reconocimiento a tu labor durante tres décadas por un sueño, tu barrio, hecho realidad a través de la A.V. San Bartolomé. Socia fundadora, trabajaste constantemente en la sombra, evitando cargos y premios de reconocimiento. Siempre dispuesta a ayudar a todo aquel que tocaba a tu puerta, fuera quien fuera, para hacerte partícipe, sobre todo, de sus derrotas en el juego de la vida, no te faltaba una sonrisa y un tiempo que dedicarles, olvidándote de cual fuera tu estado de salud.

Madre, tu vida no fue nada fácil, perdiste a tu madre con tan solo tres años, y tras ella, tu infancia, tu juventud. Unido al castigo constante de la enfermedad, fuiste una luchadora, una sufridora nata, por sacarnos a tus 4 hijos adelante, renunciando a todo lo demás. Fuiste una lección constante, enseñándonos a caer y levantarnos ante la adversidad, manteniendo esa sonrisa eterna, que en ocasiones llevaba un dolor casi clandestino porque no querías preocupar a nadie, y que a tantísimas personas ayudó y animó a tener ese espíritu indomable de superación, de perseverancia, que te convirtió en toda una heroína capaz de robarle varios suspiros de vida a la muerte.

Estés donde estés, estamos seguros mamá, de que estarás reunida con la persona que más echaste de menos: tu madre, nuestra abuela. De algún modo se cierra el círculo, todos buscamos en los peores momentos el consuelo de una madre.

Solo te pedimos mamá, Magdalena, que dejes de preocuparte por los demás, deja de sufrir, descansa, descansa en paz. Te damos las gracias por ser la perfecta maestra para esta escuela de aprendizaje llamada vida, con tus enseñanzas de humildad, trabajo y honradez. ¡Gracias mamá!, te repetiremos en voz baja --junto a papá--, al pie de ese almez donde descansan tus cenizas y del que cada primavera renacerás, gracias por haber existido, gracias por no haberte ido jamás del todo, porque, aunque ahora nos desahuciaron el alma, y sin ti la vida es menos vida, miraremos al cielo y encontraremos tu sonrisa, porque sabemos que estás cerca para seguir enseñándonos.

Tanto papá como nosotros te queremos, mamá, y siempre te querremos.

<b>Gonzalo Llamas Jurado</b>

El Alquián (Almería)