Un reciente estudio sobre el conocimiento de la historia de ETA en España, que analiza el nivel de conocimiento de la población española sobre el origen y las consecuencias de ETA, nos escupe a la cara una realidad que nos habla de la indignidad con la que hemos tratado a nuestra historia reciente: el 60% de los jóvenes no saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Hay más datos, como por ejemplo el que más de la mitad de los españoles creen que la banda terrorista ETA sigue activa nueve años después del cese definitivo de su actividad armada. Pero la ausencia de Miguel Ángel Blanco y la de seguro otros muchos que fueron asesinados por el terrorismo, en la memoria de los jóvenes nos indica el fracaso de la aplicación, sobre todo en los libros de texto y en las aulas, de ese concepto que tanto se ha manoseado como es el de la memoria histórica. Aunque tal vez, lo que falla también es el contenido de esa memoria histórica. Y no porque ésta no corresponda, junto con la ley que la articula, a aquella realidad de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, sino que si la puesta en valor de la democracia es todo lo que implica y significa nuestra memoria histórica, los españoles que sufrieron, murieron y lucharon en contra del terrorismo, también forman parte de esa historia de lucha por los derechos democráticos, constitucionales e inalienables. En Córdoba en 1996 también el terrorismo segó la vida de un sargento y causó heridas a dos civiles y otros dos militares de Cerro Muriano. Cabría preguntarnos si nuestros jóvenes cordobeses conocen ese hecho y lo que representa en la consolidación de nuestra democracia. La conquista de los españoles por la democracia ha llegado mucho más lejos que la guerra civil y la dictadura. Ya vamos tarde en la inclusión y reconocimiento de los que faltan y dieron su vida o la de los suyos en la consolidación de la democracia en España en la lucha contra el terrorismo.

*Mediador y coach