El pasado mes de diciembre nos ha dejado una buena persona, Concha Herrera. Masajista del Centro de Día de Cruz Roja en Córdoba, así era como ella se identificaba. La conocí allá por el año 1993 cuando llegó al centro como voluntaria por mediación de su hermana Mª Teresa, que era usuaria, y en el cual yo trabajaba. Ha estado hasta el 2017 colaborando con sus masajes relajantes y su buen hacer. Persona alegre, cariñosa, dándose a los demás en toda la extensión de la palabra. Todos los usuarios que han pasado por el centro han podido disfrutarla estos años.

Entrevistada innumerables veces por los medios de comunicación: Diario CÓRDOBA, Canal Sur, periódicos y revistas. La pregunta de rigor era: ¿Cómo se conserva tan estupenda con su edad? Y su contestación: «Poca comida, vida activa y un vasito de vino tinto al mediodía, aunque no siempre». Cruz Roja le había concedida la medalla de Oro de la institución, entregada en su día personalmente por la Reina Dª Sofía. Hace unos meses estuvimos comiendo juntas por última vez, junto con su hermana y otras usuarias del centro. Teníamos prevista una nueva cita a mediados de septiembre, pero sus 102 años se la han llevado.

Sirva esta carta como homenaje a esta gran mujer, Concha Herrera. Me consta que me quería y yo a ella. El cariño era recíproco. Hasta siempre, querida Concha, siempre estarás en mi corazón.