Seguro que Joan Manuel Serrat --que me prometió en Bodegas Campos, cuando el Ateneo le entregó en el 2001 la Fiambrera de Plata, que le daría recuerdos a mi cuñao Rufino, nacido en El Guijo pero trabajador entonces en la Coca-Cola de Barcelona- no tendrá ahora la misma voz, pero sí conserva el encanto de los auténticos. Por eso esta noche de viernes el Teatro de la Axerquía con el Festival de la Guitarra es una convocatoria para quienes el elepé Mediterráneo (hoy con el añadido de da capo) nos educó en la sensibilidad y el enamoramiento y nos enseñó a preguntarnos qué iba a ser de nosotros fuera de casa, precisamente en 1971, el año de su publicación, cuando empezábamos otra vida en un colegio mayor de Madrid. Aquellas tardes de muchacho provinciano en la corte, cuando hasta los versos de la edad eran motivo de exposición, mientras leías La regenta de Clarín, en el radiocassette de José Ángel, que lo había comprado en Alemania, no dejaba de sonar la música de La mujer que yo quiero, Lucía o Aquellas pequeñas cosas al tiempo que te entraban ganas de irte por el mundo a Vagabundear en un Barquito de papel, cerca de un Pueblo blanco donde vivía el Tío Alberto. La canción Vencidos, cuya letra es de León Felipe, la dejábamos para momentos en los que era necesario acordarnos de Don Quijote, caminando por la manchega llanura, cuando desde los cielos de Madrid las avionetas de policías controlaban el movimiento de los estudiantes díscolos. A los dos años, en 1973 --aún vivía el dictador Franco--, en Salamanca me regalaron en formato cassette Mediterráneo que, todavía, evidentemente, no había sido escogida por votación popular en TVE la mejor canción del siglo XX. Cada persona, cada generación pertenece a un tiempo y a una música. Y cada cual alaba su suerte. Pero hay una que nació con las necesidades de la postguerra, cuando ni había agua corriente ni cuartos de baño pero que oyó a Los Beatles en los años sesenta y estuvo en el tiempo de la creación de Mediterráneo en los setenta, cuando Serrat todavía no sabía que iba a haber un tiempo de rechazo a los habitantes de las distintas orillas de ese mar cuya alma «a fuerza de desventuras» «es profunda y oscura». Ya no sabemos si Serrat nos influye tanto como mi pueblo, Villaralto, al que la Junta le quiere quitar profesores para unir en un aula a 3º y 4º de Primaria, y eso que han nacido más niños. Lo cierto es que Joan Manuel Serrat, que se viste con la filosofía de lo auténtico, sin haberlo pretendido, ha sido el autor de las canciones de una generación de españoles que hemos crecido en pensamiento y acción cuando las escuchábamos.