Córdoba debe estar agradecida al gesto del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, que, durante su asamblea general celebrada ayer, apoyó la candidatura del conjunto arqueológico Medina Azahara para que entre en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. El acto se ha celebrado en Córdoba, dado que la alcaldesa de la capital, Isabel Ambrosio, ostenta la presidencia del grupo desde julio pasado, y se ha visto reforzado con el apoyo expreso del consejero de Cultura de la Junta, Miguel Ángel Vázquez, que se desplazó a la ciudad palatina para firmar la declaración de apoyo.

La candidatura de Medina Azahara es la única que presentará España a la próxima reunión decisoria del organismo internacional: la asamblea de la Unesco la votará el encuentro previsto para junio del 2018 en Vietnam. La Junta de Andalucía, de la que depende la gestión del conjunto monumental y arqueológico, ha defendido con empeño esta candidatura, y hay fundadas esperanzas de que salga adelante, tras haber recibido el apoyo del Gobierno central y de numerosas instituciones y expertos.

Córdoba se encamina, por tanto, hacia un gran éxito, pues se convertirá en la única ciudad del mundo que ostente cuatro declaraciones de Patrimonio de la Humanidad: la Mezquita-Catedral, el Casco Histórico, los Patios (como patrimonio inmaterial) y, de conseguirse, Medina Azahara. Eso, sin contar otros títulos más amplios, como el flamenco y la dieta mediterránea, que también comparte.

Pero ese gran éxito implica, además de grandes oportunidades de proyección para Córdoba, una gran responsabilidad. Una gran responsabilidad para la Junta de Andalucía, que debe volcarse en la continuidad de los trabajos arqueológicos y en la mejora de las dotaciones del monumento (que en los últimos años han experimentado avances significativos con el museo, la organización de las visitas y de actividades culturales y la recién estrenada iluminación nocturna) y de su promoción. Medina Azahara no recibe las visitas que merecería, y se pueden adoptar medidas que potencien su atractivo para el visitante. Para ello, sería clave la apertura del Salón Rico. Y también supone una gran responsabilidad para el Ayuntamiento, que debe mejorar la difusión, las comunicaciones y, muy especialmente, la vigilancia contra esa permanente amenaza que conforman las urbanizaciones ilegales que rodean el conjunto arqueológico --el principal escollo de la candidatura--, y que requieren ir pensando en soluciones a medio o largo plazo.

Y, finalmente, conseguir esta distinción mundial conlleva una gran responsabilidad para todas las instituciones y actores empresariales, culturales, sociales y ciudadanos cordobeses en general. La posible declaración de Medina Azahara debe hacer reflexionar a nuestra sociedad: el éxito de las cuatro declaraciones de la Unesco comporta y exige un fuerte compromiso --exigencia que ya impone la situación actual-- con toda la humanidad en el que Córdoba se hace cargo de preservar, cuidar y potenciar esos valores que la definen y la hacen única.