Las normas penitenciarias se refieren a un castigo, pero también son humanitarias en la medida de lo posible y por ello permiten que el preso este cerca de su entorno. Esto con los etarras era harto peligroso pues en las cárceles del País vasco harían piña y podrían organizar nuevos atentados. Y por qué no decirlo, la dispersión aumentaría el sentido de la pena como castigo para los autores de esas cobardes masacres. Digo cobardes porque en estos asesinatos no era utilizado el factor sorpresa de la guerra de guerrillas ante un enemigo mucho más poderoso como hacían los andaluces contra los franceses en la Guerra de la Independencia sino el tiro por la espalda sin fundamento alguno. Pero por fin llegó el final del terror.

Hoy pareciera impensable que en una tierra tan bella y libre como el País Vasco y España entera, un sujeto con cultura suficiente pudiera ir andando por la calle quizá pensando en poemas de Lorca o en el cumpleaños de su hijo, y otra persona también con cultura suficiente, también con hijos menores y que incluso también le gustara Lorca, pudiera pegarle un tiro en la nuca. Pero repito, eso pasó y entonces los presos deberían haber pasado a ser clasificados como asesinos ordinarios con cumplimiento en su tierra. Un gobierno valiente y no populista debería haber dado por terminada una dispersión que ya no tiene operatividad. Pero por supuesto que esos presos tuvieran una evolución penitenciaria acorde a su condena y comportamiento como todos los internos.

Pero ahora --ojalá me equivoque-- se proyecta todo un ataque al Principio de Igualdad: como los gobiernos centrales precisan apoyos para mantenerse, como moneda de cambio pactarán con los partidos vascos el traspaso de competencias en materia penitenciaria. Así no tendrán que conceder desde Madrid beneficios penitenciarios a los etarras que les hagan perder votos (algo así como un «a mí que no me miren que yo no he sido, que no soy competente»); pura hipocresía. Porque esta Comunidad Autónoma tan sagaz, no solo llevará a los terroristas a las cárceles del País Vasco.

No, la cosa no quedará ahí: al gozar de todas las competencias de esta materia, las nuevas instituciones penitenciarias vascas empezarán a conceder tempranísimas progresiones de grado a los etarras. Política por el poder y no por la democracia. Muchos asesinos saliendo antes de tiempo a la puta calle mientras los que propician esto que se hacen llamar patriotas se pasan por el forro la sangre de los inocentes con tal de sentarse en un escaño que les hace mearse en el Congreso. Pero no de miedo y dolor como las víctimas y sus familias sino de gusto y alivio por ese poder conservado cuatro añitos más.

* Abogado