La pregunta eterna a los niños. ¿Y tú, qué serás de mayor? Ante el interrogante, las respuestas se van adecuando a los años. Los astronautas, superhéroes o famosos de la tele se van arrinconando a medida que pasa el tiempo. Pero, por mucho baño de madurez que aporte la edad, ningún adolescente anhela la realidad a la que se enfrenta una mayoría creciente de la sociedad: un trabajo precario que puede desvanecerse de un día para otro sin apenas red de seguridad. La desigualdad no deja de aumentar. No solo en España, toda Europa está inmersa en un proceso de empobrecimiento de las clases medias de la que ni siquiera escapa Alemania. Los sueldos por debajo del umbral de la pobreza ya afectan al 13% de trabadores españoles. Y así estamos, viviendo al día, aceptando trabajillos sin factura, tirando de crédito… Haciendo equilibrios sobre una cuerda floja. Pero, ¿podemos enfrentarnos a la pregunta de la infancia? ¿Qué pasará cuando seamos mayores? ¿Está preparado el sistema ante esa fragilidad creciente? ¿Cómo sobrevivirán los estados con sus impuestos menguantes? ¿Qué pensiones, qué atención médica, qué futuro espera a los adultos que serán mayores en unas décadas? ¿Tendrá el sistema capacidad para cambiar y darles una solución? Los números no cuadran. Y nadie parece pensar más allá del cálculo electoral a corto plazo. La vejez asoma como amenaza y las promesas de protección parecen una posverdad más.H

*Periodista