En la primavera parisina estudiantes y obreros desafiaron al poder. El paro agrandó la desigualdad social y dejó en la miseria a gran parte de la población; una juventud que anhelaba ser escuchada; un Gobierno de De Gaulle autoritario y patriarcal y la brutalidad policial se conjugaron para que un viernes 3 de mayo, en la plaza de la Sorbona, saltara la chispa que avivaría notorios avances sociales en los años venideros, algunos de ellos hoy en claro retroceso. Y hoy, 50 años después, tras el endurecimiento de las leyes, debemos avivar el grito que surgió en aquellas barricadas: «Prohibido prohibir».