Poli bueno, poli malo. El negociador del brexit por parte de la Unión Europea (UE), Michel Barnier, sería el poli malo cuando representa el muro compacto de la Unión ante una Theresa May debilitada y sin demasiadas cartas en una negociación que no consigue mostrar progresos suficientes por parte británica. El poli bueno sería Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo, quien se presenta con su cara optimista y más institucional, como un bálsamo para la primera ministra británica, que tras esta cumbre europea tiene poco que llevarse a casa, donde la esperan siempre más enemigos que amigos pese a su discurso conciliador en Florencia hace unas semanas.

No obstante, los líderes de la UE acordaron ayer empezar los trabajos para preparar las negociaciones sobre su relación con Londres tras el brexit, lo que permite a May regresar a su país con un mensaje de «optimismo», aunque que estas no pueden comenzar aún. Y es que la líder británica al menos volvió a casa con el consuelo de que aunque el progreso no es suficiente, esto no significa que no haya ningún progreso. «El Consejo ha acordado empezar la preparación interna para la discusión sobre el marco para la futura relación y los acuerdos transitorios», dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en la rueda de prensa al término de la cumbre. Los Veintisiete constataron que no se han producido los avances suficientes en los puntos prioritarios de la primera fase de la negociación --la dedicada a cerrar un acuerdo de salida-- como para pasar a la segunda etapa, que se presenta como crucial para Londres, en la que se definirá la futura relación entre ellos.

La realidad es que los dos polis, Michel Barnier (el malo) y Donald Tusk (el bueno), saben que el gran escollo es la factura a pagar y que si Bruselas es un mal escenario para May, Londres es mucho peor, y no solo por la actual soledad de la primera ministra. Los sondeos no le son nada favorables. La mayoría considera que ha planteado mal la negociación, aunque quizá no había otra forma. El problema está en que los efectos económicos del brexit ya empiezan a permear la sociedad, y esas son malas noticias, porque va creciendo de manera lenta pero segura el número de británicos que ahora quisieran dar marcha atrás a una decisión aprobada en un referéndum cargado de mentiras y de falsedades sobre los supuestos beneficios de la salida, sin una defensa coherente y ambiciosa de la permanencia en la UE y sin una hoja de ruta en caso de la victoria del brexit, como así ocurrió.