He visto pasar sin alteraciones de pulso todo el oscuro-claro asunto Cifuentes. Nada nuevo bajo nuestro sol: negación de la evidencia --la supuesta firmante de un acta aclara que su firma es falsa--, aclamación partidaria y multitudinaria a mayor gloria o impunidad de la corrupción, enseña un papel a las cámaras de televisión quien evidentemente tiene tan pocos que no tiene ni los que dice haber escrito--etc. etc.

Yo, impertérrito, porque quienes hemos permanecido así incluso con lo de Puigdemont ya aguantamos casi todo sin mover una ceja. Hay que meternos un 0.25% en plenos riles, para agitarnos y ponernos en marcha. O sea: aguantamos hasta llegar a lo demasiado.

Y lo demasiado ha llegado. Todo el mundo debería saber que denunciar un delito no es un acto malicioso o desleal; es una obligación legal. Como todo el mundo debiera saber que ser de un partido político no inhabilita para denunciar a los delincuentes de los otros partidos. Distinto es que pueda no gustarnos que el denunciante del adversario pueda sentir placer al denunciar, pero esa no es la cuestión.

Pues bien, ha llegado la nefasta hora de matar el mensajero. La mala no es la señora Cifuentes con su rosario de tropelías administrativas y su cúmulo de falsedades, el malo es el miembro de PSOE que ha levantado el velo.

Y es que entre los corruptos y allegados hay una costumbre de callar y mirar para otro lado, que los corruptos tratan de elevar a la categoría de pacto social, de obligación general.

Al enemigo ni agua. Mejor, al enemigo meterlo hasta la coronilla en agua hasta que deje de tener pulso, hasta su último glu.

Matar al mensajero es el peor de todos los actos malvados. Impedir al denunciante que denuncie es poner palos en las ruedas del carro de la justicia.

Mientras el nuestro sea un país en el que el malo es el guardia civil que denuncia al conductor que conduce a doscientos por hora y no, el conductor temerario, este país nuestro es un país sin arreglo.

O sin arregladores.

Y lo curioso del caso es que quienes pretenden serlo se asombren de que según las encuestas cada vez, cada semana que pasa, tienen menor cuota de mercado.

Desde luego matando mensajeros no van a mejorar sus expectativas.

* Escritor y abogado