Cuando escribo estas líneas no sé el resultado de las elecciones, pues escribo justo el domingo y a miles de kilómetros. Pero, siendo importantes, que lo son, no son relevantes, porque, gane quien gane, solo tendremos más de lo mismo. Aunque el bipartidismo se haya finiquitado y se configure un nuevo parlamento; aunque parezca que se avecina una forma nueva de gobernar; aunque ahora haya caras nuevas, mucho me temo que poco va a cambiar en la política andaluza. Y no va a cambiar porque nuestra política es una política infantil, localista, superficial y conservadora. No importa quién gobierne, pues estas características no cambian.

La política española y andaluza es infantil porque, como los niños, los políticos no tienen sentido del tiempo, no saben mirar a largo plazo. Nuestros políticos viven intensamente el día a día, sueñan con ser algo de mayores, pero no saben qué. En la política española no se tienen en cuenta las variables importantes, solo se analizan (si se hace) las tendencias, no se debate sobre el mundo que se nos avecina. En España, y no digamos en Andalucía, los temas cibernéticos, de la biotecnología, de la nueva antropología o de las fronteras éticas ni siquiera suenan y, cuando lo hacen, se tratan ingenuamente, como cuentos de hadas. El mundo está cambiando, y nosotros, los andaluces, seguimos enfrascados en los mismos tópicos y debates. Un nuevo mundo y una nueva humanidad se nos avecina y nada hay en nuestra sociedad, ni desde luego, en nuestra política que lo anuncie.

Nuestra política es increíblemente localista y cerrada, lo que mal casa con la geografía que habitamos. Bastaría con que supiéramos leer un mapa de la realidad para que nos diéramos cuenta de que España es un territorio de frontera: entre dos mares, entre dos continentes. Somos la frontera entre un continente joven, África, cuya población es ya de más de 1.200 millones y crece al ritmo de más de 30 millones cada año, y Europa, un continente de 740 millones, que no crece y que es viejo. En África nace una España en año y medio, una Andalucía en un trimestre. En 10 años, el desequilibrio poblacional y económico será tal que ni el Sahara, ni el Mediterráneo, ni los corruptos países del Magreb, ni las alambradas serán suficiente para contener la marea. Y, en primera línea, Andalucía. Una región que no sabe dónde está África.

Además, nuestra política es muy superficial. Basta con haber escuchado los debates o leído las propuestas de nuestros candidatos y candidatas para darnos cuenta de lo simples de sus planteamientos. Para empezar, porque son incapaces de analizar con una media solvencia técnica los problemas de convergencia, paro, industrialización, dinámica social, inmigración, medio ambiente o corrupción de nuestra comunidad. Más aún, no solo no saben, sino que las soluciones las abordan con unas orejeras ideológicas del siglo XIX. Es increíble que todavía sea un argumento calificar a una medida de «derechas» o de «izquierdas», como si el calificativo justificara una acción. Como es asombroso que, en la pasada campaña electoral, se hayan utilizado ideas de los años treinta del pasado siglo. Como es un insulto a la ciudadanía que los políticos se insulten.

Infantil, localista, banal y conservadora. Terriblemente conservadora, pues siempre discutimos de lo mismo, hacemos los mismos pobres análisis, damos las mismas ideologizadas soluciones y debatimos de la misma forma. En Andalucía son conservadores hasta los que dicen no serlo porque siempre buscan en el pasado las soluciones a los problemas del futuro.

No sé si es ya la edad, que es posible, o la distancia desde la que escribo, que lo hago desde Austria, lo que sí sé es que la campaña electoral andaluza ha estado a la bajura de mis expectativas. Y lo que me temo es que el Gobierno de la Comunidad ni siquiera estará a la altura de éstas.

* Profesor de Política Económica.

Universidad Loyola Andalucía