Puede conseguir el 28-A más votos que nadie en Cataluña un Junqueras cuyo nombre revela ya su estrechez de miras, su plan de encerrarla, como propiedad suya, en compactas fronteras, no sólo la cada día más abierta, la de La Junquera. Su ignorancia --o maldad-- le lleva a alardear de cristiano, de hombre de paz, cuando él practica el más discriminador y feroz nacionalismo, mientras que para el verdadero creyente «no hay ni griego ni judío», es «católico», es decir, universal, amante hasta la muerte de la paz; otra característica que en vano ese mártir de su desenfrenada ambición presume tener para engañar hasta a sus jueces. Político «historiador», inventa cuentos fantásticos sobre el pasado de Cataluña para auto justificarse. Conocedor del infame origen de la bandera estrellada, se niega a fotografiarse con ella, por ser «mera bandera de lucha» dice ese «hombre de paz», que impulsa a usarla a los tontos útiles que le siguen. Con razón su cara, «espejo del alma», refleja su deseo ser él sólo el dueño de todo y todos, amor propio totalitario, que le lleva a justificar todos los medios para triunfar.