Un proyecto que se puede considerar como la iniciativa urbanística más «emblemática» del actual gobierno de la Corporación es la reurbanización del Marrubial, hermoso ejido de la ciudad aunque aún queda por comprobar si su ejecución concluirá antes de que culmine su mandato. Días atrás leyendo el Diario de Córdoba del 15 de septiembre de 1860, dentro de mi investigación sobre el urbanismo de nuestra ciudad, encontré una gacetilla dedicada a este espacio que por su valor descriptivo −que nos recuerda mucho a la imagen reflejada en la litografía que George Vivian publicó en 1838, aunque con notables licencias artísticas, en su libro Spanish Scenery--, paso a transcribirla:

«Conocemos con este nombre el espacioso terreno pertenecientes al común de vecinos que se halla frente a la puerta de Plasencia i los Padres de Gracia. Hay allí además de dos o tres cerros de granzas, multitud de barrancos ha [sic] que ha dado origen la constante estracción [sic] de barro. Este sitio, árido hoy, podría convertirse sin mucho costo en uno de los más bellos alrededores de la ciudad. Llevar á efecto el desmonte de aquellos cegando los barrancos inmediatos y formando una hermosa llanura, no es obra de mucho tiempo ni que requiera grandes desembolsos. La conveniente plantación de árboles en la gran estensión [sic] de terreno que quedaría franca para pasear, haría de aquel sitio, hoy olvidado, uno de los más concurridos. No pedimos por ahora la construcción de un buen paseo. Conocemos los escasos recursos de la municipalidad y no hablamos de imposibles. Bastaría (...) la nivelación y la plantación con arreglo á un plano bien meditado...».

El Marrubial, en otro tiempo tristemente célebre por haberse convertido desde el siglo XV en el infausto «Quemadero» donde la Inquisición celebraba sus terribles Autos de Fe, hoy tiene una imagen bien distinta de la que dibujó George Vivian; o de la que describe el gacetillero del Diario de Córdoba en 1860, pues ya no es el lugar donde se ejecutan inocentes, víctimas de la intolerancia religiosa, se desentierran huesos de animales que los carreros comisionados adquirían con destino a las fábricas de guano, ni de sus barreros se extrae limo para fabricar ladrillos, como aún se seguía haciendo a finales del siglo XIX. Ahora se adecentan sus murallas, se arreglan sus aceras, se amplía su calzada a cuatro carriles y se construye el carril bici; pero, como estamos en la ciudad del murallón de la Rivera y de la Feria de los discretos, ante la lentitud de estas obras no deja de cundirnos el pánico --permíteme la hipérbole crítica, amable lector-- de que haya que esperar otro siglo para ver las obras concluidas y que en los arriates de sus jardines de nuevo crezca el marrubio.