Cuando era pequeña en el colegio religioso donde estudié mi nombre sonaba a pecado, a la penitente, prostituta, marcada para siempre, y aquello, francamente, no me gustaba nada, por más que Madre Casilda me insistiera en que luego fue redimida por Jesucristo. De no gustarme nada mi nombre y lo que significaba, pase a reivindicarlo ardientemente tal vez por aquello de que siempre me atrajo el lado oscuro y la lucha contra lo injusto, y aquella etiqueta a una mujer que, al fin y a la postre, fue la única que se quedó, esperando lo que nadie esperaba, en mis cortas luces me parecía muy injusta.

En este Viernes especial que marca el inicio de la Semana Santa, cuando se manifiesta en las calles de Córdoba el fervor religioso en la celebración de los Dolores de una madre, por fin he descubierto lo que siempre imagine: una visión real de aquella María Magdalena, Maria de Magdala, por ser el lugar cerca del lago Tiberiades que hubo de abandonar y a su familia para seguir ciegamente al «sanador».

El estreno de la película María Magdalena y la visión que de ella nos da, me ha reconciliado definitivamente con mi nombre. Una película bella, creíble, en la que no siendo fácil ser la protagonista si a quien tiene al lado es a Él --interpretado además por un rotundo Joaquin Phoenix--, lo cobra y de qué manera. Una mujer que se resistió a seguir el papel que el patriarcado en el que vivía le tenía asignado. Una mujer que sentía que podía hacer algo más que coser las redes. Una mujer que se sentía diferente por querer ser igual. Una mujer de la que creyeron que por todo esto tenía el demonio en su interior...¿ les suena ?

La película me ha reconciliado también con los dictados de la Iglesia porque me ha descubierto que lo de considerar a María Magdalena como prostituta, arrepentida y penitente no tiene otro precedente que no sea que el Papa Gregorio así lo determinó allá por el año 500 y pico como manera de diluir una figura femenina tan potente y alejar desde entonces y durante siglos el papel evangelizador de la mujer en la Iglesia. Primero el Papa Pablo VI y ahora el Papa Francisco han contribuido a revelarnos la verdadera trascendencia de María, la de Magdala, tal y como la retrata la película: la más fiel, la más creyente, sincera y comprometida, la seguidora más pura e incondicional de Jesucristo, la que estuvo siempre durante la pasión y le secó el sudor y la sangre, la que espero su regreso sola, cuando nadie lo creía, hasta que ocurrió.

Vayan a verla y descubran el papel de las mujeres en la Iglesia y a esta primera Apóstol a la que San Pedro no le hizo ningún favor. Feliz Semana Santa.

* Abogada