La madrugada del pasado jueves a viernes estuvimos a punto de entrar en guerra, pero eso a muy pocos importa: quinta noticia del digital. También esa misma noche los primeros mandatarios europeos buscaron acordar la personas que dirigirían la Unión Europea los próximos años, pero fracasaron: sexta noticia. Y el próximo fin de semana se reúne en Tokio el G-20. ¿Alguien lo sabe? ¿Se saludarán Xi Pin y Trump? Lo que sí encontramos estos días en las portadas de periódicos y telediarios es la foto feliz de los líderes de los partidos canarios de izquierda celebrando su acuerdo de gobierno y múltiples palabras, que son vómitos, para describir el acuerdo socialista navarro que da cuartelillo a Bildu.

De esta manera llevamos varios años, demasiado tiempo. Nada bueno le ocurre a una organización humana (un país lo es) cuando solo está pendiente de su ombligo y enredada en sus odios. ¿Quien trajo todo esto? ¿Son nuevos tiempos, o continuamos lastrados por el virus cainita que decían los franquistas? Da igual, lo único importante son las consecuencias.

Todo el mundo dio ganador al PSOE de Pedro Sánchez tras las elecciones generales del 29 de abril; dos meses y medio después -mediando, además, una nueva victoria el 26 de mayo- parece que no ocurrió nada. De nuevo se empuja a los socialistas a buscar votos entre nacionalistas y radicales de izquierda que den la investidura de Sánchez para luego señalarle como el antiespañol que se se echa en brazos del mal. O sea, volver a la casilla de salida como en el juego del parchís.

Solo se habla de acordes y desacuerdos como tituló Woody Allen una de sus películas; de pactos y mentiras; de hacia dónde va Ciudadanos. La ausencia de gobierno se nota más que nunca en los últimos meses. Veníamos de una acción gubernamental de vértigo y de pronto todo queda al ralentí cuando pasa a estar en funciones. ¿Qué hacen los ministros? Así que domina la información sobre el cambalache; acuerdos y denuncias de los mismos. Todos parecen haber olvidado el centro político, dejando vacío un espacio enorme. ¿Es que nadie lo quiere? Solo el PSOE forcejea por él pero nadie la da facilidades: Ciudadanos se ha situado definitivamente en el trío de Colón y Pablo Iglesias solo quiere entrar en el Gobierno.

De todas maneras la principal novedad de las últimas semanas es la deriva derechista de Ciudadanos. Nadie -acaso ni el propio Albert Rivera- entiende los acuerdos que viene formalizando. Nadie comprende tanta cesión al PP, con Madrid por bandera, ni la razón de esos «pactos no pactos» con Vox. Ha llegado a acuerdos que se podrían entender como fraudes a los electores. Porque, según propia confesión y evidencia, ha obtenido hasta 28 alcaldías -algunas tan significativas como Granada- por entregar Madrid al PP; alcaldías donde Ciudadanos es el tercer o cuarto partido más votado.

Este formación política no quiere manejarse con las dos manos y prefiere saltar sobre la pierna derecha que caminar sobre las dos. Ha decidido que no quiere ser bisagra y apuesta a un único color en la ruleta de la política. Confía en que el PP continuará desangrándose. Y todo pudiera ocurrir, pues vivimos en el momento más resbaladizo del último siglo. Claro que crece la opinión sobre que un fallo garrafal de estrategia les pudiera estar asemejando a UPyD en su aspereza dialéctica y ofuscación antisocialista. Todos recordamos cómo acabó Rosa Díez.

* Periodista