Recién empezado el curso político, y en la antesala de una tensa diada en Cataluña, conocimos el abandono de Soraya Sáenz de Santamaría de la política española. En un comunicado publicado en su cuenta personal de Twitter (@sorayapp) la expresidenta del Gobierno en la etapa de Rajoy expresaba su salida de la actividad política tras 18 años de dedicación plena «desde el convencimento personal de que es lo mejor tanto para la nueva dirección del Partido Popular como para mí y mi familia».

Más allá de esta versión oficial relatada por la aspirante a suceder a Mariano Rajoy en la presidencia del partido liberal-conservador, periodistas y politólogos han esbozado diversas interpretaciones en clave política que invitan a una profunda reflexión. Para el que escribe, la retirada de la vida pública de una de las mujeres que más expectativas políticas ha levantado en las últimas décadas en España, invita a una profunda reflexión ligada a lo que los estudiosos de la política llamamos el reclutamiento político dentro de las organizaciones políticas.

La selección de las élites políticas y de los liderazgos en los partidos políticos tiene una importancia estratégica dentro de su funcionamiento interno. Los partidos políticos como organizaciones deciden libremente cómo se estructuran y se ordenan internamente. Más allá de las supuestas exigencias legales relativas al funcionamiento democrático, en sistemas democráticos como el español, que asientan sus cimentos sobre los partidos políticos, las reglas que éstos establecen para seleccionar y promocionar a sus dirigentes no son un asunto baladí.

Las reglas de juego, y más importantes aún, las prácticas reales que se suceden dentro de los partidos políticos, especialmente en los convencionales o viejos (PSOE, PP, IU), impactan claramente en los procesos de regeneración política de las democracias, y en la credibilidad de sus instituciones públicas.

Hace tiempo que vengo debatiendo con colegas, especialmente tras experimentar personalmente los sinsabores de la actividad política de nuestro país, la necesidad que hay de exigir firmemente a todos los partidos políticos, desde los más viejos y cerrados a los de reciente creación, seriedad, transparencia y pulcritud en sus procesos de selección de líderes. La transformación de éstos, sin duda, contribuiría a regenerar la vida pública española, limpiando el descrédito que hoy tiene la actividad política (basta con seguir los barómetros del CIS).

Sin obviar mi admiración a la figura de Soraya Sáenz de Santamaría, e incluso elogiando su decisión de apartarse de la vida política, todavía me sorprende cómo la nueva dirección nacional del Partido Popular, y de su nuevo líder, Pablo Casado, ha dejado escapar a una mujer con semejante currículum, trayectoria profesional y una valía y capacidades demostradas. Bueno, en realidad, no me sorprende. La experiencia acumulada nos muestra muchos ejemplos de cómo la meritocracia no es relevante para los partidos políticos, que seleccionan a sus cuadros siguiendo lógicas puramente políticas, es decir, consecuencia de los conflictos internos, los choques de intereses y las luchas de poder: la política en su sentido más maquiavélico del término.Sea como fuere, la noticia confirma que España pierde a la que podría haberse convertido en la primera mujer presidenta de nuestro país. Y yo que la veía como una potencial Brigitte Nyborg (serie danesa Borgen) de la política española.

* Polítologo, investigador y profesor asociado de la Universidad Carlos III