Últimamente personalidades describen sus prestigiosas profesiones y se pronuncian a favor de la Ley contra la Violencia de Género. Sin embargo, Manolo, albañil en paro, está en contra. Yo le dije que cómo podía cuando es evidente que las medidas penales transversales se han erigido en el instrumento más eficaz contra siglos de nazismo hacia la mujer. Manolo me dijo que eso sonaba bien pero no aplicado a él porque ha sido un bendito de toda la vida. Yo le volví a contestar que, qué más prueba de la necesidad: los juzgados de Violencia están desbordados. Manolo me argumentó que lo que es evidente y despreciable no admite discusión pero que un porcentaje de esas denuncias no se refieren a casos graves y claros sino a lesiones difícilmente apreciables y amenazas leves ocurridas en la intimidad, sin más testigos que las partes y donde lo que prima para llevarte al juez o jueza al lego no es la credibilidad sino la capacidad de actuar de cada cual. Yo arremetí diciendo que ahí el derecho penal sirve para parar los pies a los hombres violentos. Manolo no me quitó la razón, pero volvió a la carga diciéndome que en ese tipo de delitos de escasa entidad e indicios discutibles es donde las denuncias falsas están en su salsa y que sí hay pocas falsas, de las pocas que hay, una le tocó a él. Con suma franqueza siguió diciéndome que, aunque no pisó la cárcel y que los 30 días de Trabajo en Beneficio la Comunidad a los que fue condenado incluso los hizo con complacencia, sí que significo una humillación asumir un curso de concienciación por un delito que nunca cometió. Pero lo que más le jodió fueron los efectos civiles derivados de la sentencia penal que obliga a que el divorcio se celebre en sede de un juzgado de Violencia que lo creyó culpable. Pero ya lo peor es que la ley niega la custodia compartida a los condenados por maltrato, aunque sea por un delito de amenazas leves (y según Manolo además falsa). Por tanto, por esa condena y no por el procedimiento de divorcio en sí, tendrá que ver a sus hijos mucho menos de lo que le pide el corazón, no podrá acercarse a verlos a riesgo de cometer otro delito de quebrantamiento de condena, el piso que lo pagan ambos se lo queda la madre que es la progenitora custodia, amén de la pensión de alimentos que tiene que abonar estando parado. Yo le dije que su caso era un efecto secundario de una gran Ley. Dicho esto, me miró con rabia histórica y casi grita: ¡qué me estás contando de otros tíos! Un poco más calmado, pero con las lágrimas saltadas casi me susurra: soy un hombre normal, no soy tan solidario ni tan maravilloso como para apoyar una ley que a mí me ha hecho un desgraciado.

* Abogado