En la magnífica sede de la Tertulia Taurina 'El Castoreño', del Círculo de la Amistad de Córdoba, con el auditorio lleno hasta la bandera y actuando como notario el historiador taurino Fernando Claramunt López, el matador de toros Angel Luis Mejías Jiménez, último representante de la célebre dinastía de los Bienvenida, una de las más toreras de la historia, respondió con el señorío, sencillez y gallardía que le caracterizaban al ser requerida su opinión sobre la campaña antimanoletista emprendida por críticos y toreros para restablecer la "verdad" del toreo, poco tiempo después de que un toro de Miura matara al torero cordobés: "Mire usted, si el toreo ha tenido un dios y una virgen, ese ha sido Manolete. Primero fue él y luego todos los demás. Lo que ocurre es que aquí hay mucha envidia y eso no se perdona. Desgraciadamente, en España hay muchos envidiosos".

En sus dos últimas temporadas Manolete sufrió el hostigamiento del público. Se metían con él y le protestaban el precio de las entradas. Por otra parte, toreros que gozaban del fervor de una crítica ortodoxa pero de escasas miras, nunca perdonaron al espada de Córdoba que les anticipara la retirada, como fue el caso de Marcial Lalanda, quien juzgaba a Manolete de torero corto que se desenvolvía bien con los toros chicos y afeitados, cuando precisamente fue él quien protagonizó un enorme escándalo en Valencia, al aparecer afeitada en los corrales de la plaza la corrida del Conde de la Corte prevista para su despedida de la afición de aquella ciudad.

Manolete era el torero que más cobraba, porque era el que más se arrimaba. Precisamente por eso ocupaba el trono del toreo y mandaba en la Fiesta. Y como no podían pararlo, los envidiosos recurrieron a quienes sin escrúpulo propagaron que en él todo era truco y fraude. Sin embargo, la historia termina poniendo a cada uno en su sitio, por mucho que se empeñen en lo contrario algunos de los que la escriben. Basta comprobar cómo se toreaba antes de Manolete para verificar que se trata de un toreo de escasa reunión, con trasteos a la defensiva, donde la muleta balbucea un toreo de mayor sosiego, pero todavía desplaza al toro lo más lejos posible del sitio que ocupa el torero. Por el contrario, analizando detenidamente fotografías de Manolete podemos observar que nos hallamos ante un toreo que no ha perdido actualidad, el ligado en redondo, donde el diestro deja venir al toro por su terreno natural para obligarlo a ir hacia atrás y hacia dentro. Este planteamiento, que permite la ligazón de los pases, no fue descubierto por el inolvidable torero de Córdoba. Téngase en cuenta que en su formulación y desarrollo tuvieron mucho que ver matadores como Guerrita, Joselito y Chicuelo. Ahora bien, lo que sí hizo Manolete fue aceptarlo y adoptarlo como patrón de su modelo de faena y ejecutarlo ante todos los toros.

Antes de él se hablaba de "parar, templar y mandar", pero fue necesario su reinado para hallar el gozne que permitiera la implantación y desarrollo de esta célebre fórmula, atribuida a Belmonte, a la que le faltaban los verbos: "aguantar y ligar". Manuel Rodríguez asume cada tarde el riesgo que supone, mientras los demás murmuran que está llegando muy lejos, porque a todos los toros no se les puede torear por naturales y, por supuesto, porque ninguno es capaz de aguantarle el pulso. Comentaba el matador de toros Rafael Jiménez 'Chicuelo', hijo del gran maestro sevillano que otorgara la alternativa a Manuel: "Mi padre decía que Manolete fue el único torero al que había visto pararse con los toros gazapones". Sobran comentarios, pues cualquier aficionado sabe lo que eso significa. Sin embargo, no podemos pasar por alto que esta valiosísima opinión confirma que el toreo de Manolete tenía unidad de sistema, porque lo aplicaba a todo tipo de toros.

El tiempo acabó desarmando a quienes interesadamente etiquetaron al espada cordobés de "torero corto", como Marcial Lalanda, que fue "el más grande" en la letra de su pasodoble. A un torero de la solemne majestuosidad y hombría de Manolete no se le puede juzgar por el austero catálogo de suertes que practicaba. El torero cordobés no realizaba, ni falta que le hacía, quites como el de la mariposa, donde se le tocan las orejas al toro, ni necesitaba torear de rodillas para que el público vibrara. Sin embargo, ejecutó con singular pureza las suertes fundamentales de la tauromaquia, como la verónica --reina del toreo a capote--, el natural --rey del toreo de muleta-- y la estocada --reina de todas las suertes, llamada suprema porque en ella se pierde de vista la cara del toro cuando se entra a matar derecho y atacando arriba--. Sin concesiones a lo accesorio, Manolete ejecutó las suertes fundamentales en sus actuaciones. ¿Torero corto?

También Domingo Ortega, aprovechando que soplaban vientos a favor cuando Manolete ya no podía replicarle, conferenció sobre la "verdad" del toreo censurando al diestro que no adelanta la pierna contraria cuando se arranca el toro, porque no carga la suerte. Era una clara referencia al toreo de perfil del espada cordobés. Pero si la verdad del toreo se resumiera en esa acción de avance de la pierna de salida, todos los toreros, desde Manolete hasta nuestros días, habrían sido unos farsantes. Y no fue así. Conviene precisar que Manuel Rodríguez cargaba la suerte siempre que volcaba el peso de su cuerpo sobre la pierna de salida, que es la máxima expresión de entrega y dominio sobre el toro, sin que en ello tenga mucho o poco que ver que el compás permanezca abierto o cerrado.

No tuvo discípulos Domingo Ortega, que basaba su faena en un intercambio de pases y pasos, en un toreo sobre las piernas, de avance con el toro, armonioso para quienes aceptaban esta forma de dominio y de menor valor para los que veían en su sistema una forma más o menos elegante de irse al rabo. Por el contrario, todos los toreros adoptaron para expresar su arte el sistema de toreo ligado en redondo consolidado por el torero cordobés, donde el lidiador, con el compás abierto o incluso retrasando ligeramente la pierna de salida, deja venir al toro por su camino natural para, sin quebrar su viaje hacia afuera, llevarlo hacia atrás y hacia adentro, y con un giro de talones resolver la colocación para ofrecer nuevamente la muleta y ligar los muletazos. Ninguna campaña pudo evitar que la sombra de Manolete siguiera agigantándose en la historia de la Fiesta, porque como escribió "Clarito": "El toreo está tan lleno de Manolete como los cielos y la tierra de la voluntad de Dios".

*Crítico taurino