No me refiero a la mano invisible de Adam Smith sino a la de Albert O. Hirschman, gran científico e intelectual, especialista en el análisis de la dirección y gestión de proyectos desde el punto de vista de un economista de las conductas y los comportamientos. La esencia del famoso principio de Hirschman, denominado de la mano invisible, nos indica que si el pueblo conociera el coste real y las dificultades desde el inicio de un proyecto ningún proyecto hubiera sido aprobado.

Por tanto, es bueno que el pueblo los desconozca, puesto que se necesita que las cosas anden y se comiencen a abrir zanjas para poner los cimientos. Este principio nos muestra la razón por la que se subestiman los costes de todo proyecto y alegremente se acepta su ejecución. Se precisa de un cierto grado de ignorancia que Hirschman denominaba providencial porque sin ella el proyecto no arrancaría.

Se debe recordar la ignorancia providencial del Centro de Exposiciones, Ferias y Convenciones en el espacio de Miraflores, por fin, abortado. Muchos políticos y algunos emprendedores utilizan este principio para poder empezar tal como acaeciera con el centro anejo al Parque Joyero de Córdoba. El principio de la mano invisible se formula del siguiente modo: «Si los planificadores hubieran conocido de antemano todas las dificultades y problemas que esperaban en el almacén del proyecto probablemente jamás lo hubieran desempolvado». Un conocimiento previo de tales dificultades hubiera sido desafortunado para dicho proyecto. La mano invisible esconde esas dificultades y la ignorancia providencial las vela.

El principio de ignorancia providencial sugiere lo siguiente: «Lejos de buscar y asumir nuevos retos los planificadores políticos típicamente se lanzan a nuevas tareas debido a una ausencia, asumida erróneamente, de retos, de modo que tales tareas se presentan como más fáciles y manejables de lo que en realidad son».

Los economistas de la conducta a esta ignorancia providencial le denominan excesiva confianza, planificación falaz u optimismo sesgado. Así que los beneficios anticipados del plan superan, incluso, los presupuestados aunque los costes se disparen. Dicho de otro modo: creen que, aunque los costes sean superiores a los estimados, serán compensados con beneficios, también mayores que los presupuestados.

Los planificadores toman riesgos que si no es desde la ignorancia no se hubieran tomado. Los planificadores aprenden, al correr riesgos, pero a qué costes para el pueblo. La ignorancia providencial viene a decirnos que a lo largo del tiempo los riesgos del proyecto tienden a desaparecer.

¿Se puede aceptar tal afirmación en el caso del proyecto de Centro de Exhibiciones, Ferias y Convenciones del Parque Joyero? ¿Fue error creativo en su primer momento fundacional? ¿El principio de ignorancia providencial puede salvar la vida de este proyecto para Córdoba?

Hasta ahora no se observa que los altos costes incurridos y las muchas dificultades surgidas puedan compensarse con los futuros beneficios.

Tampoco se constata que los riesgos de este proyecto estén disminuyendo con el paso del tiempo. Aquí tampoco opera el principio cuanto más rápido se aprenda, mejor.

En el proyecto de este centro de relaciones empresariales la mano invisible es malévola porque hasta ahora los costes superan los beneficios. Esa mano invisible malévola está atascando muchos otros proyectos públicos en Córdoba.

Aquel general optimismo del proyecto de Miraflores se ha convertido en gran decepción. No se debe confiar en la mano invisible ni en la ignorancia providencial sino temer mucho a la mano invisible malévola. La ignorancia benéfica es peligrosa en manos de algunos planificadores. Esta mano invisible y maléfica está escondida y activa en el proyecto de la biblioteca en los Jardines de la Agricultura.

* Catedrático emérito