Con la curiosa cifra de 155 votos en contra, la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno ha fracasado. Era de esperar, con tan poco tiempo para negociar y tanta distancia por recorrer desde la postura inicial del PSOE de gobernar en solitario con el «sí» de Unidas Podemos. Aceptado por el presidente en funciones el sinsentido de un gobierno de coalición negociado con Unidas Podemos, con el visto bueno de EH Bildu y ERC, debo decir que me parece un mal menor, dentro de la gravedad que supone seguir con un gobierno en funciones y la posibilidad, ahora más cierta, de unas nuevas elecciones el próximo noviembre.

Es un mal menor porque Unidas Podemos, ese conglomerado, como mucho confederal, de partidos a duras penas reunidos en torno a una difusa y deslavazada imagen de España, no puede ser un partido de gobierno. No puede serlo un partido que habla de presos políticos, de la necesidad de permitir una consulta sobre el destino de España a solo una parte de los españoles y que da muestras continuadas de vivir en las nubes con la mayoría de sus propuestas políticas. Tendrían sentido como socios en un gobierno que tuviese como objetivo replantearse de cero el significado de España, la definición de sus fronteras y su régimen político y económico. Pero ahí no hemos llegado por el momento.

Seguir con un gobierno en funciones es un mal menor porque la necesaria abstención de partidos que, como Bildu y ERC, están luchando con todas sus fuerzas en pos de la destrucción de nuestro país, nos traería un gobierno rehén que terminaría cediendo algo de lo que no debe. Es obvio que los independentistas sienten que tienen más opciones de avanzar en sus objetivos con un gobierno «de izquierdas progresista» cogido con alfileres.

Al menos por el momento Pedro Sánchez ha resistido a sus ansias de gobierno. Es posible que no se lo habrán permitido en el PSOE y que se lo haya tenido que tragar. Pero, sea como sea, quedará como un tanto a su favor como político de estado. Esperemos a ver si durante el verano Unidas Podemos acaba admitiendo la propuesta inicial de dejar gobernar en solitario al PSOE hasta unas nuevas elecciones anticipadas.

Ese gobierno en solitario del PSOE, con la esperada sentencia del Tribunal Supremo y todo lo que se avecina, sería también el mal menor para poder responder desde el consenso con el resto de los partidos que comparten una visión más moderada sobre la manera como debe ir evolucionando nuestro país, cuya norma fundamental merecería un debate sosegado antes de actualizarla.

En el examen de septiembre, el Partido Popular y Ciudadanos debería abstenerse. Hace falta un gobierno sea como sea. Y estamos atrapados en nuestras propias normas, que deberían cambiarse para facilitar y asegurar la gobernabilidad. Quizás un gobierno en minoría, débil, sería una gran oportunidad para alcanzar esos grandes acuerdos de consenso. Esas podrían ser las condiciones impuestas por PP y Ciudadanos a cambio de su abstención.

A los ciudadanos, a los de a pie, se nos están quitando las ganas de ir a votar. Y eso es muy peligroso para nuestra democracia. Yo no sé si volveré a votar en las próximas elecciones. Muy difícil me lo ponen. Quizás vote en blanco, sobre todo si otra vez es más de lo mismo. Nuestros líderes políticos no deberían seguir jugando con el fuego de la desafección de la ciudadanía. Aquellos que supongan un problema personal para poder llegar a acuerdos deberían echarse a un lado. Nadie es imprescindible. Si la excusa para una aproximación entre los partidos constitucionalistas son sus líderes, estos deberían descubrirnos su sentido de estado y apartarse a un lado.

A ver dónde nos llevan nuestros políticos.

* Profesor de la UCO