No cabe duda de que una de las mejores profesiones que se pueden escoger en este país de pandereta y folclore es la de maestro, casi tan equiparable a la de político, aunque los sueldos y los privilegios que tienen estos últimos no son comparables, ni mucho menos, a los docentes. Yo comprendo que lidiar con niños y, no tan niños de hoy en día, es alto estresante, entre otras cosas, porque la mayoría no tiene educación alguna. Y créanme que cuando les digo que hablo con conocimiento de causa es porque conozco un poco el tema, uno, por haber estado 34 años en la Guardia Civil, y el otro porque tengo a mi hija la menor, que es profesora de educación infantil. Podría dar otra razón, y es que he sido estudiante y sé lo que se cuece en las aulas, aunque ni punto de comparación de la enseñanza que yo recibí, con la que la que hay ahora, que es de autentica pena.

Bueno, una vez entrado en materia, me quedo asombrado cuando me enteré, el 30 de mayo, que el viernes día 31 del mismo mes, no había colegio en Villafranca. Como tengo deformación profesional, ya que mientras viva seré sargento 1º de la Guardia Civil, pregunte el motivo por el cual los sufridos maestros no impartían clases, ya que al parecer no había motivo legal alguno para que no fueran los niños a aprender a ser hombres de provecho.

La respuesta que me dieron me dejo un poco con cara de bobo, y es que, al parecer, estos sufridos profesionales de la enseñanza querían ir a la feria de Córdoba (por lo que se ve no tienen bastante con las fiestas locales de esta localidad). Me pregunto qué narices tendrá que ver dicho evento, con que los profesores de Villafranca, por arte del birlibirloque, decidan no dar clases. Y como dice el refrán, dar una buena educación en este país, es como pedirle «peras al olmo».