Expuesta la cuestión deben, naturalmente, formularse, siquiera sea al desgaire, algunas posibles soluciones. La audacia del cronista, empero, no llega a tanto dada la dificultad de la materia y su proclividad al arbitrismo. De ser factible, una mayor integración de la capital del país en la vida de las diversas Autonomías estaría muy puesta en razón y redundaría de inmediato en una relación más estrecha y fecunda entre el núcleo dirigente de la nación y el conjunto de la sociedad española. A la inversa, ocurriría igual. Es decir, si Madrid se afanara hasta el límite de su inmensa energía en integrar con ahínco la participación en su día a día de los ricos y contrastados territorios del solar hispano, su diálogo y entendimiento acrecentarían en notable medida su saldo positivo, con inmediato y ostensible rendimiento de los quehaceres y trabajos desplegados en ella.

Así, cualquier logro o éxito celebrados en lo que antaño se denominaban «provincias» obtendrían eco poderoso en la capital de la nación, enriqueciendo su acervo y trasmitiéndose con suma facilidad al resto de España, sucediendo de idéntica forma a la recíproca, claro es...

Justamente aquí, en este terreno, el déficit de Madrid se muestra acusado o muy acusado, al menos en ciertas temáticas. Las más cercanas al cronista son las culturales, con especial incidencia en las universitarias. Naturalmente, su envidiable potencia hace que en muy pocos asuntos haya de recurrir obligada e inexcusablemente a la hora de valorar tesis doctorales, becas o premios al concurso de especialistas de otras Autonomías. Mas ha de reconocerse que ni siquiera en tales casos es frecuente dicha demanda, con la consiguiente merma de calidad y hasta de justicia en no pocas situaciones. Cuando con harta razón se ve en la endogamia uno de los mayores males del Alma Mater española, la madrileña que debiera resplandecer como el ejemplo contrario, es tal vez la que ofrece un perfil más oscuro y negativo en esa lamentable faceta.

Las Academias configuran, desde luego, un mundo aparte... Es mucho lo adelantado en el mencionado terreno en las últimas décadas, cuando las compuertas para la aportación «provinciana» se han ensanchado considerablemente y sin freno hasta el presente. Sin embargo, aún ha de recorrerse un largo trecho hasta alcanzar un horizonte equilibrado en cuestión tan propensa a la polémica. Genus vatum irritabile est...

En fin, benaventianamente Madrid ha de seguir siendo, para fortuna de todos los españoles, la ciudad alegre, como la conocen sus visitantes nacionales y extranjeros; pero en el futuro ha de dejar de ser tan «confiada» en sus innumerables valores y atractivos para aquistarse el respeto y la gratitud de la sociedad española, pues los tiempos que corren requieren de su misión y funciones capitalinas una exigencia autocrítica permanente. Solo así, llegada la hora de las grandes crisis como las que hoy sacuden y estremecen el cuerpo de este muy viejo y gran país, sus habitantes puedan decir como el encocorado súbdito de Federico II «siempre nos quedará Madrid»...

*Catedrático