En el PSOE que se puso de gala recientemente en la presentación de Susana Díaz, no quieren ser audaces. Aunque se le ve el plumero controladamente. Me explico. Mientras Susana Díaz con su tono de voz opulento anunciaba su candidatura a la secretaría general, delante de ella, como los apóstoles al pie de la Cruz, estaban Guerra, González, Bono y Madina (a Zapatero no lo mentamos porque ya se sabía), entre otros. Todos tenían en común ser antiguas glorias del partido. Todos menos uno: Eduardo Madina. Un hombre joven, maduro en lo personal y en lo político, y con sobradas armas y bagaje como para ser él el candidato que necesitan los socialistas de siempre para hacerse con el partido. Madina se enfrentó a Sánchez en las Primaria de 2014. No ganó, pero obtuvo una suculenta representación. El gesto sobrio de Madina, su actitud solvente y su mensaje claramente modulado con la ideología clásica del socialismo español, no pudieron con el mensaje fresco de Sánchez, cargado de guiños al progresismo moderado, que a algunos, bastantes, les pareció que era el argumento de la evolución lógica que le hacía falta al socialismo moderno. El tiempo puso de manifiesto que Sánchez no estaba inventando nada, sino que era y es más antiguo en eso de las ideologías que un moño alto. Pero a lo que vamos. Madina quedó varado en el limbo de los perdedores. Y ahí se ha mantenido o lo han mantenido, tal vez equivocadamente, hasta que algunos han decido ponerlo entre los priostes históricos del partido en la puesta en escena de Díaz. Es el quiero y no puedo mayor que ha podido hacer el PSOE ortodoxo y pone de manifiesto que Madina hubiera sido el candidato in pectore de muchos de los tradicionalista del PSOE. Y probablemente no estén equivocados. Pero alguien a debido pensar que contra el populismo de Sánchez el de Susana. Craso error.

* Mediador y coach