Hay días que tienen tanta importancia que se convierten en fechas inolvidables. Hoy, día 15 de marzo es el aniversario de la apertura de la primera Librería Luque, allá por 1919. Cien años. Quién lo diría. Mucho ha cambiado Córdoba desde entonces. Lo podemos ver estos días en la exposición de fotos antiguas en la plaza de Las Tendillas.

También se cumplirá este año el décimo aniversario de la Nueva Luque. Nueva por suponer un cambio de emplazamiento y de estructura jurídica que la sustenta; y Luque por estar al frente un nieto y cuatro trabajadores «de toda la vida» que intentan proyectar aquel espíritu de doña Pilar Sarasola Llanas para perpetuar la memoria de su marido, don Rogelio Luque Díaz.

Ella, como una heroína de las letras, se negó entonces a darle a la barbarie el gusto de que desapareciera la obra, el nombre y los valores del fundador; actualmente los trabajadores de la Luque, que suman entre todos casi doscientos años de ilusión y dedicación al libro, siguen en la lucha con el mismo empeño.

Pero el enemigo, en pleno siglo XXI, no es el mismo que en 1936. Es otro, aunque igual de peligroso, pues persigue el mismo fin: aniquilar el pensamiento crítico mediante la violencia y el adoctrinamiento ayer; hoy, impedir la formación de la opinión propia a base de sobresaturación de información y de mensajes fáciles y simplistas, y de un escandaloso reduccionismo a mínimos de exigencia.

El centenario de una librería debería ser motivo de orgullo para cualquier ciudad; el de La Luque lo es para Córdoba y, sobre todo, para los cordobeses, pues son ellos los que lo han hecho posible, en un proceso de simbiosis en el que todos salimos beneficiados.

Pero no es la meta, no es el final del recorrido. No puede serlo cuando no se adivina en el panorama local ninguna otra alternativa a la labor que realiza esta nuestra librería. Hay, y buenas, otras librerías, pero ninguna reúne las características que nos definen y nos distinguen: generalista (trabajamos todas las materias, con secciones especializadas); e independiente (todas las editoriales y todos los autores tienen cabida en sus escaparates y anaqueles). 325.000 habitantes y una sola librería.

Adaptarse a los nuevos tiempos implica esfuerzo, sacrificio, pero debe responder a una exigencia, a una demanda del público, de la ciudad. Si la gente no va a la librería, si no compra libros, si no lee... malo para todos. Lo bueno es que todavía hay margen de maniobra si todos nos ponemos manos a la obra: nosotros, los libreros, nos adaptamos, nos reconvertimos, nos ajustamos...; pero la administración competente en cultura o en educación también tiene mucho que decir, por ejemplo, en el fomento de la lectura potenciando las bibliotecas escolares con compras a librerías, o estableciendo tiempos mínimos de lectura obligatorios a la semana; y las que asumen las competencias locales, qué decir... echamos de menos que se mire a los agentes culturales de la ciudad, con cariño, vamos, que se nos mime.

Sin embargo, los que de verdad tienen que hablar son los ciudadanos, pues a ellos nos debemos y ellos son los que hacen la ciudad que quieren. Estamos felices de contar con nuestros actuales clientes, y hacemos lo posible por atraer a los nuevos a base de tener las últimas novedades o de ofrecer diversas actividades culturales, pero la tarea nos sobrepasa. No solo depende de nosotros. Hay muchas formas de colaborar si de verdad queremos que el libro, en cualquier formato, siga siendo parte de nuestras vidas, siga siendo el mejor soporte para la transmisión del conocimiento y no un nostálgico recuerdo, o un artículo de decoración en nuestras casas.

Estamos de conmemoración. Celebrémoslo hoy... Y mañana también.

* Administrador de la Librería Luque