Aveces hay que leer la ciudad. Que no es lo mismo un sábado por la noche que un lunes a media tarde, cuando la luz se pone algo melosa y los colores empiezan a parecerse unos a otros. Por ejemplo en esta plaza que podría llamarse de la eternidad o del paraíso, aunque es la del Triunfo, por donde han pasado romanos, visigodos, árabes, mozárabes, judíos y, sobre todo, cristianos. Un triángulo de mil creencias que puede considerarse como el más mundano y religioso, el más universal y cercano, el más cosmopolita y pueblerino de Córdoba. Aquí debió de estar situado el Paraíso alguna vez, si no no se entiende esa fauna diaria de turistas, buscones, cocheros, taxistas, canónigos, seminaristas, poetas, librepensadores, estudiantes, pintores, obispos, cantaores, académicos y devotos del arcángel San Rafael que desde la altura de su triunfo mira hacia la Mezquita como diciendo que, finalmente, a pesar de los avatares históricos, la cristiandad es la dueña de la zona. Como también lo son los dueños de tiendas de souvenir, restaurantes, tabernas y modernos locales donde el sábado por la tarde había una impresionante, por lo larga, cola esperando para subir a tomar una copa. Ese otro tiempo tan distinto al de los lunes a media tarde en el que te paras a reflexionar y piensas que menos mal que no todos los días esto está saturado de turistas y grupos de despedidas de solteras/os, algunas veces un agobio para el pensamiento. El lunes por la tarde puedes subir por Torrijos y disfrutar del encanto de las calles estrechas cuando la última luz del día le da paso a los primeros guiños de las farolas de la noche, cuando la Judería empieza a recoger porque además de que es lunes los empresarios cordobeses se han vuelto tan europeos que sus negocios apenas encienden su alumbrado. Quizá por todos esos elementos que van desde la universalidad a lo local, aquí, donde la ciudad ha construido un espacio para pregonar su esencia, el salón del Centro de Recepción de Visitantes, el lunes, cuando los colores empezaron a parecerse unos a otros, se presentó el libro De la Ribera al Malecón, que une a habaneros y cordobeses por sus ciudades, Patrimonio de la Humanidad.