Se cumplen 50 años de aquel «pequeño paso para el hombre» que había de convertirse en «un gran paso para la humanidad». Las palabras de Neil Armstrong, el primero en pisar la Luna, fueron el resumen simbólico de una gesta desconocida que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo. Ir más allá del planeta Tierra fue, en julio de 1969, una auténtica aventura que se calcula que costó 25.000 millones de dólares de la época. La llegada a la Luna del Apolo 11 fue seguida por televisión por millones de personas y generó una expectación nunca vista, que se fue diluyendo con las otras cinco misiones (y diez astronautas más, hasta un total de 12) que alunizaron en el satélite, con la salvedad del heroico rescate del Apolo 13, que tuvo en vilo al mundo entero. La carrera espacial fue justamente eso, una competición política y militar entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, en plena guerra fría. Los primeros avances soviéticos de 1957 (los satélites Sputnik) y el primer vuelo tripulado al espacio (a cargo de Iuri Gagarin) exacerbaron el miedo y el orgullo estadounidense hasta el punto que, en una de sus primera intervenciones, en 1961, el presidente Kennedy prometió enviar un hombre a la Luna antes de acabar la década. Así fue, en buena parte gracias a los conocimientos de ingenieros alemanes reclutados de entre las filas nazis, como Wernher von Braun, responsable del cohete Saturno V.

Hoy vuelve a estar sobre la mesa la voluntad de volver a la Luna e incluso de ir más allá. Y sigue siendo una carrera con un gran componente de orgullo patriótico y del deseo de demostrar la supremacía tecnológica e industrial. Con la salvedad de que, en este nuevo reto, los oponentes son EEUU y China, descontando los propósitos de una Rusia en horas bajas y una Agencia Espacial Europea que también lucha por el protagonismo. China es el primer país que ha alunizado en la cara oscura de la Luna y pretende establecer en ella una base fija. Donald Trump ha anunciado que Estados Unidos, con el programa Artemisa, será el primero en llevar a una mujer al satélite, en el 2024, y están en marcha planes para que la Luna sea una especie de estación de transbordo para los vuelos tripulados que recalen en Marte. Una nueva competición con inciertos resultados en los que se trata de dilucidar, como hace 50 años, quién manda en la Tierra.

Pero, aun conociendo esta trastienda, la hazaña del Apolo 11 despierta fascinación como metáfora del futuro y símbolo de las capacidades del ser humano. Hoy ofrecemos a nuestros lectores un Documentos Córdoba en el que, junto a los principales recuerdos del hito se recogen las vivencias y el escenario de aquella Córdoba que, como el mundo entero, estuvo atenta al primer alunizaje.