El extesorero del PP ha protagonizado en el Congreso una de las mayores tomaduras de pelo de la historia reciente. Luis Bárcenas compareció el lunes en la comisión de investigación sobre la financiación del PP con una actitud sorprendentemente altiva, a pesar de la poca dignidad que, en mi opinión, le queda ya. Mucho se ha escrito sobre él desde el día que decidió salir del armario con sus papeles manuscritos sobre los movimientos internos de dinero negro. Sin embargo, y aun a riesgo de ser reiterativos, conviene recordar algunas cosas para que no parezca lo que no es.

Bárcenas, en un primer momento, negó la autenticidad de las anotaciones contables. El juzgado incluso tuvo que proceder a realizar una prueba caligráfica. En un momento determinado, cuando el PP dejó de lado al extesorero, él decidió cambiar su versión y admitir la autoría de la contabilidad b. Es más, llegó a decir públicamente cosas como que Rajoy estaba absolutamente al tanto de los tejemanejes y cosas como «es mi mano la que entrega el sobre a la señora De Cospedal». A partir de ahí, el PP empezó a tildarle de «delincuente» y «mentiroso». «Me da un asco que no le puedo ni ver», explicaba un Javier Maroto enfurecido. En Génova empezaron a deslizar incluso la idea de que Bárcenas había amasado su fortuna a costa de robar al partido. Robar al partido. Eran los tiempos de la prisión, aquella época funesta del SMS que demostraba que Rajoy le había apoyado cuando ya se sabía que tenía dinero en Suiza.

Pero un día Bárcenas salió a la calle y la verborrea de los primeros días reafirmándose en su versión dio paso a un silencio espeso. El silencio espeso dio paso a un perfil bajo en sede judicial, que le llevó, por ejemplo, a intentar cerrar la causa del borrado de sus discos duros. Y la estrategia de no agresión fue incluso audible cuando el extesorero declaró que le parecía un despropósito que Rajoy tuviera que declarar como testigo en el caso Gürtel. Se ve que, en este momento procesal, Luis se ha olvidado de que él mismo le señaló. Y para el PP, Luis dejó hace algún tiempo de ser, al menos públicamente, el típico delincuente mentiroso que da asco para ser simplemente un hombre a la espera de juicio con el que ya no se pierde ni medio minuto.

Y así llegamos a este pasado lunes, cuando Bárcenas compareció en el Congreso en una comisión pactada por el PP y Ciudadanos. El extesorero no quiso hablar apenas. Está en su derecho. Pero lo poco que dijo, negándose a sí mismo, evidencia que es un mentiroso. Y el PP, renunciando a interrogar a aquel delincuente que les robó el dinero, demuestra una opacidad y un cinismo que supera todos los niveles --ya de por sí altos-- de lo bochornoso.

* Periodista