Estaban vivas. Hace una semana las dos estaban vivas. Una en Granada. La otra, en Badalona. 43 años, un tiro en la cabeza y otro en el estómago. 40 años, asfixiada. Española, decía su pasaporte. Guatemalteca, indicaba el otro. Asesinadas. Y este año ya van… ¿Hace faltas contarlas? ¿Qué sabe la estadística de sus vidas? O, más bien, ¿qué delata de sus miedos? El horror es el asesinato. La agonía es convivir con la muerte. Saber que hay alguien que dispone de tu vida, que cada día puede ser tu final, que quizá te espera a la vuelta de la esquina, que tal vez esta noche se pase un poco más con el alcohol y, que, al fin, esta cuenta atrás que te mantiene insomne por las noches esté a punto de llegar a término. En los cuerpos de las mujeres se libra la última batalla del patriarcado. Podemos y debemos exigir más medidas a las instituciones. Desde la educación, la legislación o la cultura. Pero somos los ciudadanos los que debemos conjurarnos para que ‘ni una más’ sea algo más que un grito, que un lema, que un anhelo. Todos tenemos el deber de convertirnos en guardianes de la memoria de las mujeres asesinadas, en la voz de sus silencios y en las manos que detengan las agresiones. Solo en nuestra mente, en nuestra capacidad de contagiar e inculcar la lucha contra el machismo (en todas y cada una de sus demostraciones) está la posibilidad de vencer esta lucha. Nos va la vida.

*Periodista