Casi 188.000 militantes del PSOE tienen mañana la oportunidad de elegir a su secretario o secretaria general por segunda vez en la historia. Se presentan dos candidatos principales y un outsider, Patxi López, quien, sin embargo, ha ganado puntos tras el debate del lunes. Pero la elección está tan polarizada entre la presidenta andaluza, Susana Díaz, y el anterior secretario general, Pedro Sánchez, que los partidarios del exlendakari solo tendrán la oportunidad de inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Después de la presentación de su candidatura en Madrid, parecía que el triunfo de Díaz estaba cantado. Sin embargo, Sánchez ha demostrado, al conseguir apenas 6.000 avales menos que su rival, que es un candidato duro de pelar. Por lo tanto, todo puede pasar. Se enfrentan dos proyectos personales en una lucha por el poder con pocas diferencias ideológicas, entre otras razones porque la ponencia marco del congreso de junio está ya redactada y, aunque se pueden introducir enmiendas, nunca será un proyecto de nuevo cuño. Sánchez reprocha a Díaz ser la candidata de los notables y del PSOE del pasado, mientras ella acusa a su rival de no ofrecer un proyecto coherente y de dar bandazos. El principal problema de Sánchez es su falta de credibilidad a ojos de buena parte del partido. Díaz reivindica un PSOE ganador frente al derrotado por dos veces bajo el liderazgo de Sánchez, pero su condición de figura capaz de vencer al PP nacional está por demostrar. Pese a las promesas de que el ganador o ganadora contará con sus rivales, no parece que el PSOE vaya a salir unido. Gane quien gane, la diferencia será mínima y el partido puede quedar más dividido de lo que ya está. Una mala noticia para la izquierda y para la salud de la democracia española.