Lorenzo Amor López tuvo una idea. Este empresario (directivo de banca, administrador de fincas y agente comercial), nacido en Montoro al comienzo de la guerra civil, decide, en 1995, la creación de ATA, Asociación de Trabajadores Autónomos de Andalucía y Extremadura, la primera dedicada al asociacionismo en el ámbito del trabajo autónomo. Para ello contó con un grupo de emprendedores cordobeses, entre los que se encontraba su íntimo amigo Luis Muñoz (el de las tiendas Lui). En 2000 la convierte en federación nacional, siendo su presidente hasta que, en 2004, lo sustituye su hijo Lorenzo Amor Acedo. ATA es un referente en la interlocución institucional dirigida a este sector profesional. Cuenta con sedes en 45 provincias de 17 comunidades autónomas, más de 450.000 afiliados y 261 organizaciones, sectoriales e intersectoriales, integradas, así como con 320 personas trabajando en la misma. Es miembro de pleno derecho de la patronal europea de la Pequeña y Mediana Empresa y Autónomos (Ueapme) desde 2015. Entre sus logros más evidentes se encuentra que, el 12 de octubre de 2007, entró en vigor el Estatuto del Trabajo Autónomo, 26 años después del Estatuto de los Trabajadores. Esta fecha fue la auténtica puesta de largo de los autónomos españoles. Tal y como le gusta recordar a Lorenzo hijo: fue «el momento en el cual dejamos de ser ciudadanos de segunda».

Pese a su importancia, mantiene su sede central en Córdoba. Hasta que Lorenzo Amor López nos dejó hace unos días, con 81 años, era su presidente honorario y, también, de la Fundación ATA, creada en 2009. El Consejo de Ministros le concedió, en 2014, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, en reconocimiento a su trayectoria profesional y a la importante labor desarrollada en defensa de los intereses del trabajo autónomo.

Luis Muñoz me presentó a Lorenzo hace algunos años. Quedamos a comer en varias ocasiones, los tres, junto a Maribel Castro, Pedro Luis Pérez Castro y Rafael Arenas. Amigo de sus amigos, con los que gustaba compartir no sólo las grandes cosas, sino también los pequeños detalles con los que tanto disfrutaba. Lorenzo era un conversador infatigable, acompañado de uno de esos largos puros que siempre me ofrecía. Yo los rechazaba y el siempre me decía: «Para tu amiga Rosa» (Galán). Los autónomos eran su debilidad, vivía intensamente su problemática. Pese a que su salud iba empeorando -había sufrido varios infartos-, siempre se refería a ellos con entusiasmo e información de primera mano. Tenía una visión clara de la necesidad de que estuvieran unidos en la defensa de sus intereses y se alegraba de que, gracias a su labor, existiesen como colectivo ya no ignorado por los poderes públicos.

Un fuerte defensor de la familia, estaba casado con María José Acedo, inculcó a sus hijos su fuerte compromiso hacia los demás. De hecho, Lorenzo preside la Federación Nacional ATA, Rafael es su vicepresidente en Andalucía y Francisco José, sacerdote misionero.

Me queda una espina clavada, pues le prometí un homenaje en Córdoba. Su inesperada despedida lo ha impedido. Queden estas líneas en recuerdo de un hombre bueno, en el sentido machadiano del término, que tuvo una idea y, con tesón, la hizo realidad. Córdoba está en el mapa, no sólo por su riqueza cultural y su historia, también por la labor de Lorenzo Amor López y ATA.

* Socio Director de F&J Martín Abogados. Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Complutense de Madrid