Ignoro si todos los consejeros de Educación de las distintas autonomías carecen de talento, porque no los conozco a todos. Coincidiendo con el inicio del curso escolar, los editores de libros de texto han denunciado las presiones protagonizadas por los distintos políticos con (in)competencia en materia educativa, empeñados en falsear groseramente la Historia, la Geografía y hasta los principios básicos de la Ciencia. En los últimos tres años casi quinientas leyes autonómicas han sido promulgadas para (des)regular el contenido de los libros escolares, fruto de las cuales para este curso se han publicado más de ¡cincuenta mil! títulos distintos. El número se antoja algo excesivo, y vamos camino de convertir a España en la nueva biblioteca de Alejandría. Dudo que haya anaqueles para todos.

Tradicionalmente eran las mal llamadas comunidades autónomas históricas -hoy elevadas al rango de nacionalidades- quienes ostentaban el monopolio del adoctrinamiento. Así, Aitor y Arantxa aprendieron que la vasca era una raza superior porque su RH era negativo; que su región se extendía por territorios que otros llamaban Cantabria, Navarra, Castilla e incluso Francia; y que algo habría hecho ese señor vestido de verde para que Mikel le pegara un tiro por la espalda. Los entonces párvulos Pere y Mercé pronto supieron que Cataluña era una nación independiente hermanada con las grandes potencias mundiales, y que el Barça es más que un club. Agotado el ideario catalanista, últimamente andan empeñados en demostrar que Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes eran catalanes. Pareciera que todos los prohombres de la Humanidad eligen Barcelona para nacer, aunque ahí está Ada Colau para rebatir la duda.

La cateta necesidad de reivindicar un inexistente hecho diferencial se ha extendido como la pólvora, y no hay consejero, viceconsejero, secretario, director general o concejal de Educación que no ansíe pasar a la posteridad mediante la inclusión de ideas extravagantes en el temario escolar. La ausencia de ríos en Canarias es la excusa utilizada para ocultar a los alumnos que nuestras vidas no son los únicos ríos que van a dar al mar; en Castilla-La Mancha se adapta a la realidad autonómica un libro de formación profesional que explica el funcionamiento de una caja de cambios; los Reyes Católicos son preteridos en textos docentes que rezuman ínfulas independentistas; y Andalucía exige el aprendizaje del álgebra a través de los azulejos de la Alhambra.

Hace unos días me encontré con don Sebastián, mi profesor de Sociales, que ya frisa los noventa años. Estuvimos comentando cómo han cambiado los tiempos. Al despedirse me dijo: «Solo nos queda que a un imbécil le dé por cambiar un libro de música para que se incluya al tambor rociero». No quise decirle que su profecía había dejado de serlo.

* Abogado